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MÉXICO, DF, 5 de octubre de 2014.- Estas calles y montañas “son territorio de los malos”, dice José García –vecino de la comunidad de Pueblo Viejo del municipio de Iguala– a la Agencia France Press (AFP) sobre la zona donde el sábado fueron halladas fosas clandestinas con cadáveres que se teme que sean de los 43 estudiantes desaparecidos hace una semana.
García explica a la que por las noches las camionetas de los criminales son los dueños de estos caminos y que los delincuentes suelen ocultarse en cuevas de los cerros próximos. A veces se detecta su presencia cuando encienden fogatas.
La Policía nunca venía por aquí “hasta esta semana, que estuvieron pase y pase para allá arriba”, dice García mientras señala el punto donde se unen dos montañas y en cuyas faldas se hallaron las fosas clandestinas.
Las autoridades sospechan que policías municipales de Iguala colaboraron en la desaparición de los 43 estudiantes ocurrida después de unos ataques conjuntos de agentes y presuntos criminales en esa localidad de la convulsa región de Guerrero.
Una treintena de personas han sido detenidas, incluidos al menos 22 policías municipales que balearon a los estudiantes y también presuntos miembros del grupo criminal Guerreros Unidos, para el que se cree que trabajan los agentes.
Nada se sabe de las 43 personas que sobrevivieron a los tiroteos. Testigos dijeron haber visto cómo, tras los disparos, decenas de ellos eran trasladados en patrullas policiales hacia algún lugar desconocido.
Mientras las autoridades mantienen su hermetismo sobre el número de cadáveres hallados el sábado y sus identidades, policías en el lugar dijeron a la AFP que serían al menos 15 los cuerpos hallados en seis fosas.
Equipos forenses especiales continuaban este domingo las tareas de búsqueda de cadáveres en las fosas, situadas en un lugar montañoso de difícil acceso, cercano a Pueblo Viejo
El aire puro que suele respirarse en el lugar se ha impregnado de un olor a putrefacción emanado de las fosas.
Hasta esa zona, a dónde no puede acceder la prensa, solo se llega caminando más de una hora por una estrecha vereda de lodo, entre tupida vegetación tropical.
Un funcionario de la fiscalía del estado dijo a la AFP que los responsables de las fosas debieron tener “ayuda de los (policías) municipales”.
Siguen las identificaciones
Una caravana de camionetas del servicio médico forense recorrió la noche del sábado las solitarias calles de Iguala, una ciudad de 140 mil habitantes que quedó perpleja tras las balaceras del 26 de septiembre, que dejaron también seis muertos y 25 heridos.
La fiscalía de Guerrero pide tiempo para confirmar con pruebas genéticas si entre los cadáveres de las fosas están estudiantes desaparecidos.
En las camionetas forenses ya fueron trasladados, envueltos en bolsas plateadas, nueve cadáveres, dijo a la AFP Rodolfo Rueda, empleado de la funeraria El Ángel, que presta el servicio a la morgue municipal, quien adelantó que están a la espera de recibir más cuerpos.
Una veintena de médicos legistas provenientes de otras ciudades llegaron a la morgue para apoyar con las necropsias y los trabajos de identificación.
Hasta el sábado por la noche, los familiares de los jóvenes desaparecidos no se habían acercado al lugar de las fosas ni a la morgue.
Las familias se mantuvieron reunidas en Chilpancingo, capital de Guerrero, donde convocaron a una movilización para el domingo, dijo de su lado Manuel Olivares, representante de la Red de Derechos Humanos de Guerrero.
Para el funcionario de la fiscalía regional, “hay más de un 90 de probabilidades de que sean los estudiantes). Están todas la evidencias”.
La fuente, que pidió mantenerse en el anonimato, dijo a la AFP que en el lugar se encontró una bolsa de plástico negra con ropa y pertenencias que parecen ser de los jóvenes.
El hallazgo de las fosas fue producto de declaraciones de algunos de los detenidos por el caso.
Otro de los agentes de la fiscalía desplegado en la zona de las fosas dijo que estos detenidos dieron información para ubicar casas cerca de Pueblo Viejo, donde habrían tenido antes escondidos a los jóvenes.
“Hace unos tres días cateamos uno de esos domicilios”, indicó.
Los hechos violentos de la semana pasada se desataron cuando los jóvenes, que estudian para maestros en una escuela rural cercana a Chilpancingo, de gran activismo social, se apoderaron de autobuses de transporte público para regresar a sus casas desde Iguala, a donde habían ido a recaudar fondos.
Guerrero, uno de los estados más pobres de México, ha sido clave para el trasiego y venta de droga, y en los últimos años también se ha ubicado entre las primeras cinco regiones con los índices más altos de homicidios y secuestros del país.