LA COSTUMBRE DEL PODER: AMLO, ¿topo?

23 de julio de 2012
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Gregorio Ortega

Es políticamente incorrecto preguntar del costo económico, el crecimiento de la dependencia de EEUU, la sumisión y humillación a la que como resultado del campamento de Reforma se vio sometido el candidato triunfante en 2006; misma receta con diferentes procedimientos desea aplicar en 2012.

Si a las consideraciones anteriores se añade el destape de los escándalos financieros y de lavado de dinero hecho por el Senado estadounidense -en política no hay coincidencias-, en detrimento de los gobiernos de México desde el año 2003, la hipótesis capaz de ofrecer una explicación lógica al comportamiento y estrategia políticos de AMLO, resulta menos descabellada que cuando empecé a buscarle asideros: ¿Es un topo de la CIA?

Es posible, pero no probable. ¿De qué otra manera puede la sociedad explicarse que en 2006 lo hiciera y hoy repita la hazaña de convertir a sus agrupaciones electorales en la segunda fuerza parlamentaria y política de México, y en lugar de incidir en las reformas que se necesitan para reconciliar al país, transformarlo y darle una oportunidad en el escenario mundial, su objetivo sea desestabilizar sin ninguna ventaja para sus organizaciones políticas ni para esa parte de la sociedad que se precia de representar y defender? ¿Qué ha ganado el México bueno en seis años de impugnación y descalificación? ¿En qué ha contribuido para transformar el modelo político? ¿Cuáles son sus logros parlamentarios?

En política, como en la vida, el hubiera es sólo una ilusión, pero como AMLO amenaza con repetir el escenario, es momento de preguntarse ¿cómo hubiera evolucionado México de no suceder el plantón, si en 2006 la segunda fuerza en el Congreso formaliza alianzas con el PRI, para convertir al PAN en su rehén parlamentario?

Por lo pronto, la injerencia de EEUU en asuntos internos de México no se hubiera dado, como tampoco habrían existido los acuerdos entre Tony Garza y el candidato triunfante. Es posible que hiciera de su propuesta de campaña una política pública intensa en la creación de empleos, y muy posible también que la refinería de Tula estuviese en funciones, así como la lucha a la delincuencia organizada se habría dado de otra manera, nunca a sangre y fuego.

Hoy, es necesario que la sociedad despierte, se reconcilie y actúe con responsabilidad: exija a sus diputados y senadores de la izquierda que se sumen a la negociación de las reformas estructurales, no sin antes haberse conceptuado y planteado la transición, el cambio de modelo político, porque de lo contrario serán otros seis años tirados a la basura.

Interlocutores aseguran que AMLO es lo que se ve, que no es ni puede ser un topo de la CIA, que la hipótesis es errónea. ¿Por qué, entonces, no actúa como un reformista, asume el papel de líder de la fracción parlamentaria de las izquierdas, para transformar México?

Porque no es lo que quiere y puede hacer, a pesar de saber que carece de pruebas con validez jurídica; está consciente de que el Tribunal ratificará el triunfo de EPN, pero continuará con la confrontación, para desestabilizar.

Lo anterior es una hipótesis, sólo la actitud y las consecuencias de su estrategia poselectoral, así como el tiempo, dirán si está equivocada o si los hechos la convierten en realidad.

QMex/gom

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