La nueva naturaleza del episcopado mexicano
Chapo y el 2018
El presidente Enrique Peña Nieto y su gobierno están en un brete. Joaquín Guzmán Loera, ‘El Chapo’, se escapó de nuevo. Ya van dos. Y de reclusorios que el gobierno mexicano dice que son de Máxima Seguridad, lo que quiere decir que de ahí no se escapa ni una mosca. Entonces ¿qué pasó? Esta nueva fuga pone en entredicho esa Máxima Seguridad y la probidad de funcionarios vinculados a ella.
En 2001 se había escapado de forma rocambolesca del penal de Máxima Seguridad de Puente Grande –“Puerta Grande” se le dice de forma irónica–, en Jalisco. En aquella ocasión se escondió en un carro de lavandería y huyó. Había sido detenido en 1993 en Guatemala. Una vez que consiguió salir de la cárcel retomó sus negocios, los cuales crecieron desmesuradamente, al mismo tiempo que la violencia alrededor se incrementó de manera proporcional a su riqueza.
Una riqueza que provenía del cultivo, producción, tráfico y venta de marihuana, cocaína y metanfetaminas. La guerra desatada en contra de sus adversarios hizo que se produjeran cada vez más mutilaciones, decapitaciones, asesinatos en masa y toda una cadena de terror atribuida –cierto o no-, a la fuerza indómita del hombre de Badiraguato, Sinaloa (1957), hijo de una familia humilde y de cuya casa escapó siendo todavía un niño para dedicarse a la agricultura, aunque pronto se enganchó con grupos de narcotráfico
Es además un exitoso hombre de empresa. Se dice que más que buscar el poder político como ocurrió en los años violentos de Escobar en Colombia, los narcotraficantes mexicanos buscan el poder económico. Una forma de reivindicarse de su origen. El Chapo apenas cursó la primaria escolar, aun así durante la revista Forbes lo incluyó en sus exclusivas listas de los hombres más ricos del mundo.
Esta vez se escapa a poco más de un año de haber sido detenido en Mazatlán, Sinaloa. Luego de un primer intento de detención cuando pudo salir a través de un túnel que lo conducía a un riachuelo de aguas negras por donde huyó, aunque poco después, disfrazado de anciano en silla de ruedas, se fue a vivir a un hotel de calidad media en donde fue detenido por los oficios de la DEA en México.
Ahora, el narcotraficante más buscado del mundo se escapa de manera que podría ser inverosímil: en uno de los penales de Alta Seguridad con los que cuenta el gobierno mexicano, el denominado Penal del Altiplano –antes Almoloya-, en cual están recluidos, entre otros, José Luis Abarca, (caso Ayotzinapa), Servando Gómez Martínez, ‘La Tuta’, líder de Los Caballeros Templarios, Edgar Valdez Villarreal, ‘La Barbie’, Héctor Beltrán Leyva, ‘El H’, y Miguel Ángel Félix Gallardo, ‘el Padrino’, entre otros. De ahí escapó Joaquín Guzmán el sábado 11 de julio a eso de las 21 horas.
Fue a través de un túnel que se construyó dentro de su celda. 1.5 m. de boquete, diez metros de profundidad, 1,500 metros de distancia hasta una casa en construcción ubicada en la colonia Santa Juanita, en los alrededores inhóspitos del reclusorio.
Y de pronto las preguntas más repetidas en unas cuantas horas: ¿Cómo fue posible esto? ¿Quién se encarga de vigilar estos reclusorios de alta seguridad y su entorno? ¿Cómo es posible hacer este tipo de trabajos de ‘ingeniería’ sin que nadie se dé cuenta? ¿Durante cuánto tiempo estuvo trabajando su gente en esta obra? ¿Y la vigilancia externa? ¿Quién pudo saber de esta obra desde el interior? ¿Quiénes pudieron contribuir en esta huida?
¿Quién sabía de esta operación tan meticulosamente realizada y de tan alto impacto político? ¿Quién pudo ser su ayuda adentro? ¿Quién apoyó desde fuera al hoy prófugo? ¿Quién con fuerza política y/o de recursos económicos quería ver fuera a ‘El Chapo’?… Muchas preguntas tienen que ver con involucrados dentro y fuera, interesados en la fuga dentro y fuera: cómplices de alto rango dentro y fuera… ¿Quién va a contestar a todo esto, y más, que surgirá en los siguientes días?
Naturalmente todo esto pone en gran dificultad al gobierno de México y dibuja ya un diferente 2018-electoral, porque los mexicanos hoy ven esto como: un estado de complicidad; un estado de debilidad; un estado de falta de garantías; una incapacidad total para garantizar el resguardo de los cientos de “más buscados” detenidos… Y, sobre todo, pone en duda la probidad de muchos funcionarios públicos.
Y más. Ocurre esto cuando el presidente de México, Enrique Peña Nieto, se encuentra en Francia, con sus más de 400 invitados, a donde acudió él –y nada más que él-, en representación del gobierno mexicano para impulsar la inversión extranjera –dice-, otorgándoles garantías de seguridad y de probidad a los inversores.
Hombre: pues muy mal tacto político el de Joaquín Guzmán Loera el narcotraficante –ahora- más buscado del mundo. Políticamente incorrecto lo que hizo este prófugo nacido en Badiraguato, Sinaloa: Y no es un asunto de seguir instrucciones presidenciales. Se tiene que hacer lo que se tiene que hacer. Mientras tanto… 2018 en la mira de todos.