Terremoto en zona china del Tíbet deja cerca de 100 muertos
JERUSALÉN, 26 de diciembre (Quadratín México).- Mientras Washington y Rusia discuten secretamente la suerte de presidente sirio Bashar Assad, y apoyan, por lo menos aparentemente, los esfuerzos de mediación de Lakhdar Brahimi llevados a cabo en nombre de la ONU y la Liga Árabe, dos aspectos en la sangrienta situación siria reciben escasa atención. Uno es el denodado esfuerzo que desarrolla Teherán para mantener su control sobre Siria, después de la salida de Assad, si es que antes no se pudiera encontrar la fórmula para interrumpir las hostilidades entre las partes y perpetuarlo en el poder. Apenas ayer, al término de su XXXIII cumbre anual en Manama, la capital de Bahréin ubicada a orillas del Golfo Pérsico, el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) conformado por los dirigentes de las monarquías del Golfo exhortó a Irán a detener inmediatamente sus injerencias en sus asuntos internos. Los jefes de inteligencia de los países del CCG (Arabia Saudí, Bahréin, Emiratos Árabes Unidos, Omán, Kuwait y Catar) expusieron su preocupación por los planes de Irán para sabotear cualquier acuerdo entre Washington y Moscú para poner fin a la guerra y de la posibilidad que las Brigadas de élite Al Quds (el brazo de operaciones clandestinas y terroristas en escenarios ubicados fuera de Irán de las Fuerzas Especiales de la Guardia Revolucionaria), busquen perpetuar el conflicto sirio a través de una red terrorista que ya se extendió por todo Siria en unión con las milicias locales. Estas milicias, dependerán del Hezbolá para abastecerse de armas, explosivos, fondos y de informaciones de inteligencia.
El otro, es la situación de los 700.000 refugiados que pudieron dejar Siria, de los cuales más de 500.000 se han inscrito en los servicios de la Organización de las Naciones Unidas para recibir ayuda. Se teme que, si la situación no cambiase radicalmente en los próximos meses en la tragedia humana de la guerra intestina siria, la cantidad de refugiados que necesiten ayuda humanitaria ascenderá a cuatro millones de personas. Según las evaluaciones de la Organización, para dar asistencia a los habitantes directamente en Siria, es necesario reunir más de quinientos diecinueve millones de dólares, y habría que añadir cerca de mil millones de dólares más para el aseguramiento de las necesidades inmediatas de los refugiados sirios que se encuentran en los países vecinos.
El número de refugiados crece diariamente en 3 mil personas, que huyen de la guerra, los proyectiles, las bombas, y las balas del ejército sirio y sus oponentes. Estas personas, la mayoría ancianos, mujeres y niños, se enfrentan al frío del invierno boreal, sin electricidad ni agua corriente, con escasa comida y agua, provocando un desastre humanitario que parece no importar a las conciencias del mundo.
La mayoría de los refugiados está albergada en Jordania, el Líbano y Turquía en tiendas de campaña muy endebles. Los que llegaron a Turquía recibieron refugios mejor organizados, pero, también ese país, el más rico y poderoso de los tres, está siendo abrumado por la afluencia diaria de mujeres y niños, muchos con poco más que la ropa que llevaban puesta cuando abandonaron sus países. Sufren de enfermedades físicas y traumas psicológicos que no sanarán en muchos años.
Pero, también hay cerca de 2 millones de personas que han sido obligadas a abandonar sus hogares pero que permanecen en Siria. Probablemente estos sufren las peores privaciones. Carecen de vivienda, alimentación, atención médica y otras necesidades básicas y sus vidas están permanentemente amenazadas por lo que sucede en sus nuevas locaciones. En sus hogares anteriores no podían permanecer ni un instante sin ser víctimas fatales del fuego.
En los próximos días se abrirá el segundo campamento de la ONU destinado a los refugiados que huyen a Jordania desde Siria, que es la frontera que es más fácil de cruzar. La nueva instalación estará ubicada a veinte kilómetros de Zarqa, y tiene capacidad para 45 mil personas. Allí la prioridad será recibir mujeres y niños. El campo de Zarqa, ayudará a aliviar la situación que ha surgido en el campo de Zaatari, que se encuentra en el desierto, donde el frío y las condiciones promiscuas empeoran de día en día, con la propagación de enfermedades que afectan principalmente a los niños y los ancianos.
Los refugiados no podrán regresar pronto a su país, ni aun cuando la guerra termine. Siria está destruida, y reconstruir las condiciones de una posible coexistencia llevará años. Tal vez décadas.
Dentro de este triste panorama hay un fenómeno al que no se presta atención en Occidente y es el de los árabes ricos provenientes de los países del Golfo que llegan a los campamentos para reclutar “niñas novias” entre las filas de los refugiados. Para la cultura imperante en sectores de la población, esta práctica se percibe como una forma de caridad. El rico desconocido que toma una niña es considerado por muchos como un benefactor de ella y de la familia. Occidente no puede comprender esa cultura, pero, la observa indiferente.
La ayuda de algunas naciones europeas y árabes, no alcanza para cubrir las necesidades y los presupuestos de los tres países limítrofes no tienen fondos para brindar a los refugiados sin provocar desequilibrios internos. La gran mayoría de los refugiados se alojan en casas de familias, residencias de alquiler, o luchan para encontrar vivienda y ayuda. La crisis es grave, especialmente para los sirios que huyeron a Líbano, donde no hay campos de refugiados y grupos humanitarios. Los refugiados se encuentran dispersos a través de cientos de ciudades y pueblos, en algunos rincones aislados del valle de Bekaa y otras zonas remotas, a menudo hacinados en viviendas precarias y muy caras para sus bajísimos ingresos.
La iglesia en Damasco adelantó la hora de la Misa del Gallo de Nochebuena para las 6 de la tarde, porque pocos damascenos se aventuran a abandonar sus hogares después de la puesta del sol. Temen pasar por los puestos de control, no saben dónde meterse para guardar su seguridad y hay pocos taxis y autobuses alrededor. La mayoría de las tiendas y cafeterías cierran temprano y los ruidos sordos de las explosiones de artillería y bombas de los suburbios de esa ciudad tienden a sonar más amenazadores en las frías noches de fin de año.
En los campos de refugiados, el año nuevo se recibirá con esperanza, que quizás quite un poco el frío y permita distraer el hambre y la enfermedad, antes de regresar a la cotidianidad del dolor y el sufrimiento.
QMX/yb/arm