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CIUDAD DEL VATICANO, 12 de octubre (Quadratín México).- El Papa Benedicto XVI reconoció la existencia de “peces malos” en la red de Pedro, ante unas 40 mil personas congregadas en la Plaza de San Pedro, para participar en una marcha con antorchas por las calles de Roma.
“Hemos visto que en el campo del Señor existe siempre también la cizaña. Hemos visto que en la red de Pedro se encuentran también peces malos”, reconoció.
El Sumo Pontífice afirmó que “hemos visto que la fragilidad humana está presente también en la Iglesia, que la nave de la Iglesia está navegando con viento contrario, con tempestades que amenazan el barco y alguna vez pensamos: el Señor duerme y nos ha olvidado”.
No obstante, dijo, esas situaciones negativas son sólo una parte de las experiencias de los últimos 50 años, “tiempo en el cual se ha podido constatar también la presencia del Señor, de su bondad, de su fuerza”.
Aseguró que el “fuego de Cristo no es un fuego devorador, destructivo, sino más bien, es un fuego silencioso, es una llama de bondad y de verdad, que transforma, da luz y calor”.
“Hemos visto que el Señor no nos olvida. También hoy, a su modo, humilde, el Señor está presente y da calor a los corazones, muestra vida. Sí, Cristo vive, está con nosotros también hoy y podemos ser felices porque su bondad no se apaga, es fuerte también hoy”, destacó.
La concentración en la Plaza de San Pedro se realiza desde hace 50 años, iniciada el 11 de octubre de 1962, para celebrar la apertura del Concilio Vaticano II, la asamblea que permitió reformar la Iglesia.
“50 años atrás yo también estuve aquí en la Plaza, con la mirada hacia esta ventana, donde se asomó el buen Papa, el beato Papa Juan y nos habló con palabras inolvidables, palabras llenas de poesía, de bondad, palabras del corazón”, refirió Joseph Ratzinger.
Benedicto XVI rememoró que “estábamos felices –diría- y llenos de entusiasmo. El gran Concilio Ecuménico había sido inaugurado; estábamos seguros que debía venir una nueva primavera de la Iglesia, un nuevo Pentecostés, con una nueva esperanza fuerte de la gracia liberadora del Evangelio”.
El Papa se dirigió a sus feligreses desde la ventana de su estudio privado, en el Palacio Apostólico, como lo hizo Juan XXIII, quien en su mensaje admitió que existe gozo en el corazón de los católicos; aunque una alegría “más sobria” y “humilde” porque, en estos años, se comprobó que el pecado original existe y se traduce, siempre de nuevo, en pecados personales que pueden además convertirse en estructuras de pecado.
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