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SANTIAGO, 5 de abril (Quadratín México).- “Mataron al poeta, le inyectaron aire”, fue el comentario que corrió por los pasillos de la Clínica Santa María tras conocerse el deceso de Pablo Neruda, así lo declaró ante el juez Mario Carroza una de las ex enfermeras del recinto asistencial.
El abogado Eduardo Contreras hace ver que entre aire y gas “no hay mucha diferencia para la época”, y recordó que ya estaba en Chile el oble agente de la CIA y la DINA, el norteamericano Michael Townley, en cuya casa en Chile el químico Eugenio Berríos experimentaba con gases para inocular en opositores a la dictadura militar (1973-1990).
Berríos aparece involucrado en la muerte del ex presidente Eduardo Frei Montalva en la misma Clínica Santa María, en enero de 1982.
Contreras también apuntó a las contradicciones sobre su muerte. De acuerdo al certificado de defunción extendido por los médicos de la clínica, Neruda murió de una caquecsia producto del cáncer a la próstata, pero el 24 de septiembre la prensa informó que el Premio Nobel de Literatura 1971 falleció de un infarto producto de un calmante que le inyectaron.
La Clínica Santa María no ha entregado la lista de funcionarios que trabajaban en esa época en el lugar ni tampoco tiene la ficha médica del vate. Lo mismo ocurre con la Clínica Alemana, donde el poeta se hacía los chequeos médicos.
Pero además, el médico Sergio Drapper, contó a la prensa en marzo de 1975 que él fue la última persona que vio a Neruda y que ordenó le colocaran Dipirona para calmar sus dolores. Sin embargo, después alude a otro médico Price, quien no aparece en registros médicos.
Finalmente, una sobrina de Matilde Urrutia, la esposa de Neruda, concurrió a declarar voluntariamente para reconocer que Neruda la visitaba frecuentemente, lo que no se condice con que el poeta estuviera moribundo, apuntó Contreras.
La serie de contradicciones llevaron al juez Mario Carroza a ordenar la exhumación de los restos de Neruda para constatar si hubo intervención de terceros, si hay presencia de sustancias químicas.
Para Contreras, si aún por los traslados no pudieran encontrarse evidencias físicas, ellos continuarán con la acción judicial porque, a su juicio, hay presunciones fundadas de que «el poeta fue asesinado».
La muerte del poeta y premio Nobel chileno Pablo Neruda, ocurrida poco después de instalada la dictadura de Augusto Pinochet en 1973 era un caso cerrado en Chile, pero la Justicia exhumará el lunes su cadáver para intentar dilucidar si fue o no asesinado.
El cuerpo del poeta, enterrado en su casa del balneario de Isla Negra, en la costa central chilena, será exhumado el lunes a las 08:00 locales, aunque los trabajos de remoción de la cripta se iniciarán el domingo, dijo el juez de la causa, Mario Carroza.
Peritos chilenos y extranjeros examinarán después los restos del Nobel de Literatura de 1971, para descartar o ratificar la denuncia de su ex chofer y asistente personal, Manuel Araya, quien asegura que Neruda murió a las pocas horas que se le administró una sospechosa inyección en el pecho y no producto de un cáncer como se pensaba hasta ahora.
La versión oficial aceptada por su familia y la fundación que administra su obra, afirma que Neruda murió producto del agravamiento del cáncer de próstata.
“No existe evidencia alguna ni pruebas de ninguna naturaleza que indiquen que Pablo Neruda haya muerto por una causa distinta del cáncer avanzado que lo aquejaba”, afirmó en un comunicado de 2011 la Fundación Pablo Neruda.
Su certificado de defunción, atribuye su muerte a una “caquexia cancerosa”, derivada de un “cáncer de próstata con metástasis cancerosa”.
Para llegar a esa condición, Neruda tendría que padecer una condición de extrema desnutrición, en las que apenas se está lúcido, de acuerdo a informes médicos.
Pero quienes lo vieron en sus últimos días afirman no haber notado gran diferencia respecto a su contextura normal.
El poeta “hacía su vida con absoluta normalidad. Visitaba amigos y recibía a otros en su casa”, sostiene la querella judicial firmada por el abogado Contreras.
“Tenía cáncer pero controlado, como para 10 años más”, dice por su parte Araya.
Un día antes de su muerte, el embajador mexicano Gonzalo Martínez lo visitó en la clínica: “No vi gran diferencia en él entre los primeros días que lo conocí y los últimos que lo visité en el hospital. Lo conocí ya como un hombre enfermo, pero no llegó a estar en los huesos ni catatónico”, recordó el diplomático.
Una célebre fotografía del 12 julio de 1973, muestra a Neruda abrazado a Allende con su imagen robusta de siempre, sólo dos meses antes de morir.
Los diarios de la época atribuyeron su muerte a un infarto tras la inyección de un calmante, lo que concuerda en parte con el relato de Araya.
Otros datos abundan las dudas: nueve años después en la misma clínica murió el ex presidente Eduardo Frei (1964-1970), que se proyectaba como férreo opositor a Pinochet.
Frei murió poco después de someterse a una operación de hernia debido a una septicemia, pero en base a exámenes posteriores se concluyó que murió por la introducción de “sustancias tóxicas no convencionales” que deterioraron su sistema inmunológico.
El mismo médico que estaba de turno el día en que murió Frei, Sergio Drappes, fue quien ordenó inocular a Neruda con un calmante, según el abogado Contreras.
La exhumación de Neruda intentará buscar restos de sustancias nocivas, toxinas o bacterias, para poder colegir o descartar que hubo participación de terceros en su muerte.
Pero “es posible que por el daño causado por el tiempo y el mar y lo que no se pueda averiguar o precisar, nunca lleguemos a saber si efectivamente llego o existir ese veneno”, reconoció el abogado Contreras.
Aun así, agregó, “con todo lo que ha ocurrido en el proceso, tenemos la convicción, la certeza más absoluta de que Neruda no murió de muerte natural, sino que fue asesinado”.
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