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CIUDAD DE MÉXICO, 18 de diciembre (Quadratín México).- Para el científico y escritor Víctor Torres, “los mayas estarían muertos de risa en estos momentos si nos vieran con el asunto del final del ciclo del 2012. Ellos dirían: es que estos pobres no han entendido absolutamente nada, porque de lo que se trata es de ciclos que continúan”.
Explicó que en la actualidad existe “gran hambre e incertidumbre por querer saber lo que pasará ante la aproximación del ´fin del mundo´, pero esta historia no es para nada originaria de esta antigua cultura”.
Torres, autor del volumen “El misterio del calendario maya”, en el que da una explicación científica y moderna del funcionamiento del almanaque de esta civilización prehispánica, refirió que el final del Baktun 13 (que ocurrirá el 21 de diciembre próximo) tiene que ver con el regreso de los planetas a una configuración particular.
Se trata de la llegada de ese cruce de ejes a un lugar que ellos llamaron el corazón del cielo, que es donde se prende el fuego, según la lectura que se hace de las estrellas, para iniciar un nuevo ciclo, aclaró.
Pero es algo muy distinto a la versión apocalíptica que proviene de la tradición bíblica, y que en este caso fue mezclada con los ritos y la historia del “Chilam Balam”, escrita ya en el siglo XVII, mucho después del contacto con los conquistadores.
Insistió en que la versión del fin del mundo para el 21 de diciembre ya no se trata de la historia original, sino que es producto de un sincretismo cultural de la cultura prehispánica con la cristiana que trajeron los europeos.
Torres consideró que la distorsión dio inicio con la falta de entendimiento de los frailes colonizadores al encontrarse ante un mundo completamente diferente al suyo, con una cultura, forma de entender a los pueblos, a las sociedades, la naturaleza y los astros desconocida.
En “El misterio del calendario maya”, Torres ofrece una versión de cómo era la astronomía maya, que en esencia consiste en una especie de reloj sincronizado con los ciclos de los planetas.
El funcionamiento del conteo de tiempo de los mayas es similar al modo de operación de los engranes de un reloj, los cuales se ubicarían en la bóveda celeste y se conforman de ciclos interminables.
Los antiguos matemáticos, quienes pudieron reducir toda la complejidad del universo a un sistema de tiempo, dan cuenta de la gran joya cultural que representan los calendarios, la cúspide del conocimiento de dicha civilización, detalló.
Los mayas, como cualquier pueblo observador del cielo, podían reconocer las diferentes estrellas marcadoras y las constelaciones, y con base en éstas pudieron determinar dónde estaban los planetas, tomando como principal eje y punto de partida la ubicación de la Luna.
En función del movimiento y posición del satélite natural de la Tierra, se puede entender gran parte del funcionamiento del calendario maya, aseveró.
Destacó que el sistema de conteo del tiempo de los mayas se ha estudiado como una serie de tablas que ocurren en el vacío, pero en su análisis -y para entender a los antiguos astrónomos-, dijo que en su volumen plantea una explicación a través de la realidad de un observador, no como luce en el calendario sino como se ve directamente en el cielo.
La relación de la Luna con los planetas es lo que determina los diferentes fenómenos astronómicos, esta correspondencia marcó la diferencia entre la astronomía maya y la del resto del mundo, detalló Víctor Torres.
Es así que los mayas determinaron ciclos luni-planetarios, que se resuelven con un número formado por los 20 dedos con los que cuenta el hombre y los 13 ciclos del cielo; al multiplicar ambas cifras da un total de 260, que son los días que conforman el calendario sagrado Tzolkin, el cual coincide en algún momento con los ciclos planetarios en el firmamento, concluyó.
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