
Reconoce MLS a Chucky Lozano como el mejor de la jornada
Dicen que las lunas de octubre son las más bellas. Por redondas, radiantes y vibrantes. ¿ Pero qué pasa cuando ese astro, además de bello es bravo, embiste y vende cara su muerte? Un faenón.
Eso es que lo que esta tarde, este sevillano de apenas 23 años, logró con la lidia de un burel bien presentado, de 485 kilos, que ofreció el mejor de los espectáculos en la cuarta corrida del coso de Insurgentes, semavacío a consecuencia del puente largo de la Revolución , lo que pone de manifiesto una vez más que la llamada fiesta brava está infestada por esa suerte de pésima afición llamada villamelona.
El diestro Daniel Luque vino a la plaza de toros México para demostrar que cuando se quiere se puede y con creces, ya que además de hacerla en grande con su primero de la tarde, fue el único que se levantó con dos apéndices, coronándose así como el gran triunfador de la corrida dominical, ante los dos mexicanos, Ignacio Garibay y Alejandro Amaya, que pusieron de manifiesto que alejarse del principal escenario taurino del país , por cinco años, sí, cinco años, tiene sus consecuencias en el ánimo del respetable.
Luque se presentó en la México para hacer un derroche de torerismo, todo con su segundo, el mejor del encierro, al que recibió con una serie de verónicas bien plantadas y con sentimiento.
El burel, que fue rápido para las varas, embestía con bravura y recorrido en el percal que de ahí lo llevó a las chicuelinas pegadas, ajustadísimas, en un paseo que continuó con unas nobles dosantinas, rematadas con trincherazos. Joer!
Este matador, que no puede lucirse ante una plaza repleta, sí lo hace con un público más selecto, por lo menos cumplidor, alejado de la villamelonía, tan acostumbrada a la caza de carteles de renombre y de fotos para las revistas de corazón.
El retorno de Ignacio Garibay a la México, ya decíamos que tras una ausencia de un lustro, tiene sus claroscuros.
Se empeña en ese otro de La Estancia, de nombre Luna negra, al que lidia con paciencia y esfuerzo, procurándole naturales y derechazos. El animal pasa sin embestir, ausente la emoción. A la hora de despacharlo, lo mata con una certera pero pasada.
El juez de plaza, el señor Ramos, se hace de la vista gorda con aquellos que exigen apéndice y regatea el regalo, que bien pudo otorgar por tan noble faena. Con su segundo, lo más rescatable, el recibimiento a porta gayola.
El tijuanense Alejandro Amaya, enfundando en un terno de bordado mexicano, las medias rosas, viene con el ánimo de partirse el alma, ausente de este coso por cinco años. Con su Luna turca, lo intenta por naturales y derechazos, pero el animal pasa sin embestir, ausente y huidizo.
Por cierto, ¿ya contempló la luna de cuarto menguante que corona la noche de este domingo?