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LONDRES, 4 de agosto (Quadratín México).- A medio siglo de su muerte, la figura de Marilyn Monroe sigue viva. Su belleza y encanto de mujer ingenua han sobrevivido al paso del tiempo y sobrepasado la barrera del cine de Hollywood, manteniéndola como un icono sexual y estético por excelencia.
Calificada de rubia tonta, robamaridos y con un atractivo intemporal, de piernas hermosas y risa incitante, Marilyn es un símbolo cultural que ha trascendido décadas más allá de sus filmes, hasta convertirla en un fenómeno cultural.
Deseada por muchos y discutida como actriz por sus papeles unipersonales, su trágico final por una sobredosis de barbitúricos, ocurrida el 5 de agosto de 1962, no hizo más que inmortalizar su fama hasta estos días en los que todavía su estilo rige tendencias de moda y estereotipos de belleza.
Sus atractivas piernas y coquetería aún viven en la pantalla gigante, en anuncios espectaculares, en salones de belleza, cafés y en el corazón de fanáticos fascinados por su vida, su belleza y su inmortalidad.
Su lunar situado cerca de los labios de color carmín ha pasado a la historia como uno los sellos de identidad de esta diva de los años 50, nacida como Norma Jean Mortensen, el 1 de junio de 1926 en Los Ángeles, California.
Tras iniciarse en el modelaje, su astucia de mujer la llevó a reinventarse para llegar a Hollywood, al cambiarse el nombre por el de “Marilyn Monroe”.
Su melena también sufrió un cambio, del rubio oscuro natural de su cabello por un rubio platinado que la catapultó en 1945 de ser, prácticamente una desconocida, a ocupar las portadas de las revistas más importantes y ser conocida como “el sueño de los fotógrafos”.
En 1948 consiguió su segundo papel como protagonista y un año después posó desnuda para un calendario, lo que la consagró como toda una celebridad, que igual podía asistir a los Premios Oscar, que coleccionaba Globos de Oro y era portada de las revistas más populares del mundo.
Su vida amorosa fue tormentosa y escandalosa. Por ella pasaron tres maridos de los que terminó divorciándose: James Dougherty, al que conoció en su juventud; el beisbolista estrella de los Yanquis, Joe DiMaggio, y el músico Arthur Miller.
Pero sus presuntos romances fueron los que le añadieron a su vida ese toque de intriga que sólo las leyendas suelen tener.
Nombres como los célebres actores Marlon Brando e Yves Montand o los políticos hermanos Robert y John F. Kennedy se encuentran entre los idilios que se le atribuyen a la actriz.
Uno de sus capítulos más fascinantes ocurrió en 1962, cuando tuvo lugar la memorable gala de cumpleaños del presidente John F. Kennedy, en la que la actriz le cantó el “Cumpleaños feliz” y de ahí surgieron ciertas conjeturas.
Para cumplir con esa gala, Marilyn se ausentó siete días del rodaje “Something to gige”, que luego le costó su contrato con la 20th Century Fox, la misma empresa que había hecho antes gastos desmesurados con la superproducción “Cleopatra”.
A Marilyn siempre se le criticó su probable falta de capacidad actoral, escondida en el talento de los directores que la dirigieron.
Pero fue mucho más que eso: fue un estereotipo por sí solo con un talento único para la comedia, y cuando pudo ir más allá de las convenciones de la rubia sexy, brilló como una apreciable actriz dramática.
En “Niágara” (1953) interpretó a una mujer fatal; en “Los caballeros las prefieren rubias” (1953) asumió su papel único de rubia, aunque no era la estrella, mientras que en “Bus stop” (1956) intentó demostrar que era una actriz con habilidades dramáticas.
En “El príncipe y la corista” (1957) hizo comedia más allá del “sex symbol”; con “La adorable pecadora” (1960) insistió en el género romántico, para con “Los inadaptados” (1961) demostrar su lado más sutil y dramático.
Pero si habría que quedarse con una de las escenas memorables que realizó Marilyn sería con una de la cinta “The seven year itch” (1955), en la que aparece con vestido blanco y con una voz sensual dice mientras juega con su vestido sobre un sistema de ventilación: “Oh, ¿Sientes la brisa del metro? ¿No es deliciosa?”.
Unos meses después de la gala con John F. Kennedy, la actriz fue reportada delicada de salud, con sinusitis y bronquitis. Luego fue encontrada sin vida el 5 de agosto de 1962, a la edad de 36 años, tendida en su cama, con el teléfono descolgado.
La autopsia reveló que el cuerpo de la actriz contenía una cantidad excesiva de barbitúricos suficiente para matar a varias personas. Sus restos se encuentran en el Cementerio Westwood Village Memorial Park de Los Ángeles, California.
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