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Francisco Peredo Castro, coordinador de los académicos, explica que se han propuesto hacer una historia a partir del actuar de la colectividad mediante productos culturales, construcciones ideológicas, tradiciones, creencias, valores, que se edifican y circulan a través de las películas.
Las películas mexicanas son un archivo de la memoria cultural del país; una cápsula del tiempo en la que han quedado registrados los procesos de gestación, manifiestos en valores, tradiciones, creencias, mitos –distorsionados en algunos casos–, pero propios de la sociedad mexicana, considera Peredo Castro.
En su opinión, el tema indigenista en el cine en los años 30 y 40 del siglo pasado, no tiene vigencia, ya no se ven películas como La india bonita, o María candelaria, sin embargo, representan un testimonio de ese tiempo. Es el sexenio cardenista, lapso en que se crean los departamentos de Asuntos Indígenas, y de Educación Indígena, antecedentes del Instituto Nacional Indigenista.
Explica que los contenidos de los largometrajes tienen un papel importante, pues en las películas se encuentran ideas sobre ciertos problemas del país, también hallamos formas de pensar: por ejemplo, lo femenino, la familia, el concepto de ‘hombre de bien’, a la manera en que lo concebían argumentistas guionistas y directores de Fernando Soler en los filmes donde aparecía como padre de familia”.
Desde la perspectiva del investigador, muchas situaciones han cambiado, y otras, por el contrario, permanecen, como la violencia intrafamiliar, que recreó, por ejemplo, Alejandro Galindo en Mientras México duerme, o la violencia de género en México nunca duerme, donde aparece un hombre que le propina una golpiza a una prostituta.
Al mismo tiempo, se advierten conceptos como “una mujer deshonrada, sin marido, en cintas como Divorciadas, Mujeres de hoy, o Malditas sean las mujeres”. Hoy esa situación no se sostiene porque una divorciada sabe dominar la situación, pero en 1940 esa condición causaba shock en las familias. “De manera que con una historia sociocultural se puede justipreciar lo que sucede en la colectividad actual, y a la vez permite reflexionar en lo que todavía no se ha logrado cambiar”.
Otra faceta del proyecto es el cine mudo, a cargo de Federico Dávalos, en la que también se consideran valores, creencias, mitos y rituales sociales como premisas para desarrollar la investigación.
A menudo, en la información de archivo sobre los filmes se encuentran datos que evocan situaciones que se perdieron. Es el caso de cintas realizadas en el Porfiriato, donde refieren eventos como los “combates de flores” en la fiesta de la vascongada, o las “jamaicas”, celebración popular, parecida a la kermés.
En cuanto al análisis del cine como educador sentimental de públicos amplios, Peredo sostuvo que es determinante. Resultan de gran interés los contenidos de las letras de las canciones. “Una de las vertientes de la formación sentimental de la sociedad mexicana se encuentra en el bolero, y en los melodramas románticos”.
Desde el punto de vista de Peredo, autor de Alejandro Galindo. Un alma rebelde en el cine mexicano, y Cine y propaganda para Latinoamérica. México y Estados Unidos en la encrucijada de los años cuarenta, la impronta de la figura materna que yace en el imaginario nacional es la madre personificada en el cine por Sara García, Libertad Lamarque, Marga López, Amparo Rivelles y Ofelia Guilmain.
“Indudablemente, las películas nos han enseñado a relacionarnos, a concebir formas de amar, a decir que el amor de pareja es tortura y sufrimiento, lo que es lamentable. Con todo eso, se hace evidente que el cine es un documento histórico innegable y puede ser elemento también en los anales de las mentalidades”.
La mentalidad de una época se plasma en sus productos, en sus obras literarias (poesía, narrativa, novela, cuento), y en la cinematografía, transformados en un conjunto de bienes de contenido simbólico, que impacta al público. Pero ahora, el espectador tiene mayor posibilidad de decisión.
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