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CIUDAD DE MÉXICO, 8 de noviembre (Quadratín México).- Por un estudio que demuestra la presencia de aflatoxinas en cereales, chiles, lácteos, semillas y frutas secas, y su relación con el cáncer hepático, cervicouterino y el Virus del Papiloma Humano (VPH) 16 y 18, Magda Carvajal Moreno, del Instituto de Biología y Jaime Berumen Campos, de la Facultad de Medicina de la UNAM, obtuvieron el Premio Nacional en Ciencia y Tecnología de Alimentos 2012.
El galardón, que desde hace 36 años patrocinan el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y la empresa refresquera Coca-Cola, fue logrado en la Categoría Profesional en Ciencia de Alimentos, una de las cuatro áreas premiadas.
Desde hace algunos años Carvajal Moreno y Jaime Berumen colaboran en la investigación sobre la interrelación entre las aflatoxinas y el cáncer cervicouterino.
El proyecto que resultó reconocido es de los últimos tres años y antes, se investigó la relación de aflatoxinas con cáncer colo-rectal, de páncreas e hígado.
Desde hace 25 años, la doctora en biología analiza las aflatoxinas, toxinas de los hongos Aspergillus flavus yAspergillus parasiticus, entre otros.
Con varias generaciones de alumnos de posgrado del IB, ha documentado su presencia en alimentos de consumo cotidiano, como tortillas y otros derivados de cereales como maíz, arroz, sorgo y cebada.
También, en leche y quesos, chiles, carnes y sus derivados como huevo, cacahuates, nueces, pistaches, semillas de algodón y de girasol, además de frutas secas.
Mediante un mecanismo químico de oxidación, las aflatoxinas se activan en el hígado y se convierten en cancerígenos activos que se acumulan por años en el ADN, explicó Carvajal.
Se calcula que la mayoría de las que consumimos se desechan de forma natural, pero un 17 por ciento se pegan al ADN y se acumulan por el consumo cotidiano de alimentos contaminados, y el riesgo de padecer enfermedades después de los 40 ó 50 años, aumenta.
México ocupa el primer lugar de América Latina en enfermedades del hígado (OPS, 2002), y también el primer sitio en la ingesta de maíz, dos parámetros que se unen en torno a las aflatoxinas.
Estas últimas son invisibles, sin sabor ni olor, aunque son fluorescentes y pueden detectarse a simple vista al someterlas a rayos ultravioleta (UV). No están vivas, son compuestos químicos tóxicos producidos por los hongos que habitan una gama amplia de alimentos, refirió.
Son resistentes a temperaturas de 260 a 320 grados Celsius, así que no se eliminan por cocimiento, fermentación, ultrapasteurización, ni nixtamalización con cal; y pueden ser abortivas, cancerígenas y causan malformaciones en fetos.
También, provocan mutaciones (denominadas “puntuales”) en un punto del ADN, y hacen que los proto-oncogenes se activen como oncogenes. Carvajal encontró estas sustancias en diferentes tumores de cáncer (hígado, colorrectal, pulmón y páncreas), así como en orina de enfermos con cirrosis viral, hepatitis B y C.
Jaime Berumen, investigador de la Unidad de Medicina Genómica que la FM tiene en el Hospital General, participó también en el estudio de la interacción de los virus con las aflatoxinas en cáncer cervicouterino, en donde descubrió la asociación del Virus del Papiloma Humano con estas toxinas que son carcinógenos.
El hallazgo es relevante, pues aunque se sabe que el VPH es el factor etológico más importante para generar cáncer cervicouterino, ese virus no trabaja solo.
“De los 200 tipos que existen, pocos son oncogénicos, especialmente el 16 y el 18, que estudiamos en este proyecto.
Los virus no son capaces de producir cáncer por sí solos, pues de mil mujeres que se infectan con el Virus del Papiloma, alrededor de dos desarrollan la enfermedad, eso significa que requiere de otros co-factores. Ésta es la primera vez que se demuestra que hay uno alimenticio.
En esa fase inicial del estudio se demostró que esa toxina está presente en los tumores, junto con el virus, “pero no sabemos si se trata de una asociación fortuita o si existe una verdadera interacción con el virus, y de qué manera facilita que este último transforme las células y produzca cáncer”.
Tras encontrar esa asociación, falta demostrar cómo participan en el desarrollo de cáncer. “El virus es indispensable para desarrollo del cáncer, ahora buscaremos que tan importante es la aflatoxina en el proceso.
Las aflatoxinas se pegan al ADN y lo mutan; éste es inmenso, y es difícil encontrar las regiones más significativas, pero debemos elaborar una estrategia para saber si las fracciones de ADN donde se adhirió, son importantes para el avance de esa enfermedad, o si se pegan directamente al virus”, explicó.
Especialista en análisis del genoma humano en tumores, Berumen piensa que pudieran activar ciertos oncogenes o inactivar genes supresores tumorales.
“Esta nueva fase de la investigación requiere la colaboración de más grupos, así que Carvajal y yo estamos en pláticas para sumar a más grupos de la UNAM y de otras instituciones de México”.
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