Mara Lezama, la gobernadora con mayor aprobación de México: Mitofsky
Moisés Sánchez Limón
Para Enrique Peña Nieto y Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, el de éste primer sábado de diciembre de 2012 fue un día de cinco minutos para registrar que ya nada será igual en sus vidas.
“Suerte, señor Presidente”. “Suerte, licenciado Calderón”, habría sido el intercambio de palabras que no tuvo altavoz cuando ambos se saludan en lo alto de la tribuna del Palacio Legislativo de San Lázaro y, en cinco minutos uno alcanza el cenit y el otro el nadir del máximo cargo de elección popular en México, simbolizados en la entrega-recepción de la banda presidencial. Pero.
Desde el anonimato provocador e insolente cruza el fajo de billetes apócrifos en medio del salón de plenos y no atina a la cabeza de Enrique Peña Nieto; el general Roberto Miranda recupera el proyectil de utilería. La provocación repta dentro y fuera del Palacio Legislativo de San Lázaro.
Apenas comenzaba a entibiar esta mañana del primer sábado de diciembre de 2012, cuando la urgencia por victimizar a un movimiento de manufactura fundamentalista de izquierda, amaga con salpicar la ceremonia protocolaria en la que Enrique Peña Nieto protestaría como Presidente de México.
Afuera, sobre la avenida Eduardo Molina, supuestamente una bala de goma disparada desde las filas de la Policía Federal pega en el rostro de un joven que protesta contra la unción y, exangüe, cae al piso con un raro y abundante sangrado que no cuadra con una herida de esa naturaleza. Y corre la versión de que el muchacho ha muerto, pero Heriberto Galindo lo desmiente en tribuna.
Adentro, la sección beligerante y lopezobradorista del PRD y del PT y Movimiento Ciudadano, alza pancartas contra Peña Nieto y su asunción al máximo cargo de elección popular del país. Grita fraude y es sometida por la contraparte del PAN y del PRI y del Verde que repite “¡Calderón!, ¡Calderón” y “¡Peña!, Peña!”, o “¡Presidente!, ¡Presidente!”.
Son tiempos conjugados de actos que se suceden en la fecha en que puntualmente cumplidos, seis años después Felipe de Jesús Calderón Hinojosa finalmente cruza la puerta grande, la de honor de la Cámara de Diputados para asistir a la sesión de Congreso General en la que entregará la banda tricolor a Enrique Peña Nieto.
¡Ah! Sin duda, Felipe debió recordar esta fecha de 2006 cuando, literalmente por la puerta trasera, ingresó a este Palacio Legislativo para rendir protesta, en una atropellada sesión, como Presidente de México y recibir de Vicente Fox Quesada la banda presidencial que entraña poder y soledades.
Seguramente Felipe de Jesús no olvida aquella enigmática sonrisa que Fox le despachó cuando alzaba el brazo con la palma extendida y recitaba de corridito lo que en este sábado 1 de diciembre de 2012 asumía con firmeza su sucesor, Enrique Peña Nieto:
“En cumplimiento a lo dispuesto por el artículo 87 de nuestra Carta Magna, protesto guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes que de ella emanen y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de Presidente de la República que el pueblo me ha conferido, mirando en todo por el bien y la prosperidad de la Unión. Y, si así no lo hiciere, que la nación me lo demande”.
¡Ay!, Felipe. Quienes desde el despuntar del alba sabatino protestan y se enfrentan a la policía antimotines, son los que te han perseguido e injuriado y te perseguirán y denostarán como pesadilla prohijada por Andrés Manuel López Obrador. Son los mismos que hace seis años pretendieron evitar que los magistrados electorales te reconocieran el triunfo y luego que en este Palacio Legislativo juraras como Presidente de México.
Pero eso es peccata minuta porque lo importante, hoy, es que Felipe de Jesús Calderón Hinojosa entra por la puerta principal de San Lázaro y le toca recrearse con la escenografía que hace seis años no vio: despliegue de oropel y vestidos y trajes nuevos, sonrisas ensayadas y apretones de manos y palmadas en la espalda de los políticos de todas las siglas. Todos se parecen aunque sean distintos.
Y, aún con la banda presidencial cruzada, aunque ya en calidad de ex Presidente, no encuentra escollo para cruzar por el vestíbulo e ingresar al salón de plenos y recibir el aplauso del panismo legislativo. Poquito después, por esa misma ruta transita Peña Nieto y se tarda en llegar al presídium porque por el pasillo central lo atoran las manos que buscan saludarlo.
A su derecha, Peña Nieto observa la manta que pretende aguar la fiesta: “Imposición consumada. México de luto”, y las pancartas que traen a colación el caso Soriana. En fin. Y rumbo al cenit de su carrera, entre este gentío legislativo no se inmuta cuando cerca de su sien derecha cruza el fajo de billetes de utilería. También vuelan botellas de plástico vacías.
El Presidente electo está a punto de rendir protesta ante el Congreso de la Unión y el Poder Judicial de la Federación. Es el centro de la atención nacional y de sinodales externos, los integrantes del cuerpo diplomático acreditado en México, no lo pierden de vista. Por ahí gobernadores e invitados especiales y busca chambas, los “amigos” que hoy se precian de serlo de los prohombres del gabinete recién nombrado.
A esa hora, ya fijaron postura diputados y senadores en representación de los siete partidos representados en el Congreso de la Unión; la izquierda de línea umbilical perredista-petista-emeceísta que en el senador Miguel Barbosa Huerta y los diputados Ricardo Cantú Garza y Ricardo Monreal Ávila tuvo a sus voceros que no se ponen de acuerdo en la firma del pacto político con la contraparte PRI-PVEM a la que se suma Nueva Alianza.
Y, casualmente, Monreal dice que el joven lesionado en la gresca de integrantes del movimiento #Yosoy132 con la policía, ya había fallecido. ¿Celada? ¿Pretendida fabricación de un mártir? ¿Victimizar el movimiento anti Peña? Son los motivos del lobo que no tomó la tribuna pero regó la especie de la represión y acusó al gobierno entrante de tener miedo a las protestas, a la población y, de ahí, el cerco policiaco de San Lázaro.
¿Coincidencias? Casualmente en su mensaje en el Ángel de la Independencia, Andrés Manuel López Obrador exigió la renuncia inmediata de Miguel Ángel Osorio Chong, a la Secretaría de Gobernación, por haber usado la fuerza pública para reprimir a los jóvenes.
Y, fiel a la praxis de echar a rodar una mentira, Andrés Manuel argumenta: “No había motivo para se usara la fuerza bruta contra los jóvenes estudiantes; no había ninguna razón para utilizar balas de goma e contra de los estudiantes”. Y soslaya las imágenes que ya circulan por la red en las que se observa cómo estos jóvenes destrozan locales comerciales, agreden a la policía y lanzan petardos y bombas molotov.
Contrastes. Los diputados Heriberto Galindo y Arturo Escobar y Lucila Garfias respaldan a Peña Nieto y avistan nuevos tiempos, aunque evitan cebarse en la administración saliente. Nada cambia en estos escenarios de la unción del Presidente de México y Enrique Peña Nieto rinde protesta y Felipe Calderón deposita la banda presidencial en manos de Jesús Murillo Karam, que preside la sesión de Congreso General y la entrega a Peña Nieto.
Entibia la mañana y se cumple el ritual de la transmisión sexenal del máximo cargo de elección popular en México. Y ya nada es igual en la vida de Enrique Peña Nieto y Felipe de Jesús Calderón Hinojosa. Todo les ha cambiado en un sábado de cinco minutos en San Lázaro.
QMX/msl/grr