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Desde las 09:30 horas comenzó a tocar El Recodo, a fin de amenizar a los miles de priístas que entraban por todos los túneles que daban a la cancha y gradas del coloso; quizás “El Yaki”, el vocalista y sus compañeros del grupo estaban asombrados de que un candidato presidencial pudiera casi llenar el Estadio Azteca, lo cual representa un reto para cualquier estrella de música, sin importar su género.
Y fue esto lo que pudo distraer la atención en el hecho de que sonara “La Culebra”, que es casi un tabú en el Revolucionario Institucional; sin embargo para priístas como Fernando Burguete, el que se haya hecho presente en el magno cierre de campaña de Peña Nieto en el Distrito Federal, sin que nada hubiera empañado la emoción tricolor, demostraba que este “trauma” ha sido superado.
Y de hecho así fue, la fiesta siguió en todo su apogeo…En torno al estadio había grupos de jovencitas, y otras no tanto, que con playeras en las que el nombre de Enrique Peña Nieto formaban un corazón, corrían risueñas al tiempo de gritar: “¡Peña, Peña, Peña!; iban en búsqueda del túnel que las conduciría a su lugar, en la zona intermedia de las gradas.
Y es que, como en todos los eventos del Estado Azteca, hubo “niveles”. La cancha sólo estuvo ocupada por la crema y nata del Revolucionario Institucional y el Verde Ecologista, jóvenes con camisas blancas de algodón, o chalecos rompe-vientos de color verde, blanco y rojo, todos con perfectos bordados con las siglas del PRI y el nombre del candidato de la coalición Compromiso por México.
Como en todo, la excepción hizo la regla, pues en primerísima fila estuvieron unos jóvenes que portaban orgullosos unas sencillas playeras, quienes lograron este beneficio al desmañanarse y hacer fila a las afueras del Estadio Azteca desde las ocho de la mañana, y otros aun antes, con tal de presenciar el arribo de Peña, que fue alrededor de las 11:00 horas.
Por supuesto que estuvieron dos zonas VIP, la 13 y 14, separadas del resto de la cancha mediante vallas, reservadas para los gobernadores, dirigentes de organizaciones sindicales, coordinadores parlamentarios, etcétera. En la 13 estaba la familia del matrimonio Enrique Peña y Angélica Rivera, donde estaba lo más “selecto” del priísmo, destacándose personajes como los coordinadores de las bancadas tricolor en el Senado y la Cámara de Diputados, Manlio Fabio Beltrones y Francisco Rojas; el dirigente de la Coordinación Nacional de Organizaciones Populares, Emilio Gamboa Patrón; la candidata a la jefatura capitalina Beatriz Paredes Rangel; el ex candidato presidencial Francisco Labastida Ochoa; el ex aspirante a la candidatura por el Estado de México, Alfredo del Mazo Vélez, entre otros.
Una gran ausencia por su representatividad precisamente en el Estado de México, fue la del coordinador de la bancada mexiquense en la Cámara de Diputados, Emilio Chuayffet Chemor.
Y entre todos estos “otros”, hubo una figura que llamó la atención no porque ocupe un cargo destacado en el priísmo, sino precisamente porque había abandonado el ejercicio político, Roberto Campa Cifrián.
Obvio, figuras centrales fueron las hijas de Peña Nieto y la Gaviota y, quizás por sus dotes histriónicas, quien más busca atraer la atención es Sofía Castro, quien ni tarda ni perezosa se puso uno de los “copetes” plásticos, ahora considerados “símbolos” en la campaña peñista, mientras twiteaba fotos del cierre de campaña, para al final sumarse a los gritos de “vamos a ganar”, con gran entusiasmo, que no logra contagiar a sus hermanas. Angélica Rivera, por su parte, sentó en una silla a su hija más pequeña, para poder observar de pie el momento en que llegara su marido.
Y así siguió la fiesta, las personas en las gradas podían disfrutar en las pantallas gigantes a la banda El Recodo, o bien el dirigible tricolor que paseaba en los cielos. En la zona VIP, todos, incluso los destacados y solemnes políticos, jugaban con los “copetes” o máscaras con el rostro del Enrique Peña; o bien con dos grandes pelotas inflables que botaban por toda la cancha; aquellos que llevaban a sus hijos, los acercaron a un gran gallo fortachón y copetón, que lucía en el pecho el logotipo del PRI.
Finalmente Enrique Peña hizo su entrada, la algarabía se acrecentó; Beatriz Paredes mostraba una gran sonrisa y puño en alto gritaba ¡Vamos a Ganar!, igual que los demás solemnes priístas, como Emilio Gamboa que incluso se subió a una silla para poder ver a su candidato presidencial.
Peña dio su discurso, adelantó su victoria frente al beneplácito de los miles de militantes y simpatizantes que al final fueron bañados con papeles laminados tricolor… 45 minutos después de que concluyera el evento, el aspirante a la silla presidencial aun se despedía de algunos seguidores que bajaron de las gradas para poder estrechar su mano.
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