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Libros de ayer y hoy
Todos los alegatos en pro o contra la suspensión del apagón analógico en Tijuana están lejos de señalar lo simple y grave del tema, porque pospuso la posibilidad de trascender el umbral de la modernidad en telecomunicaciones y obtener los beneficios de la banda ancha; además, porque el IFE y el gobierno federal en lugar de mostrar comprensión y tolerancia, se vieron débiles y avasallados por la codicia y mezquindad de los poderes fácticos de la televisión.
Usar como argumento el tema electoral, como si la propaganda política de este país fuera ejemplar, clara, didáctica y mostrara las verdaderas opciones a los electores, es un pretexto estúpido. La “espotización” electoral en televisión abierta, nadie lo niega, es cara y mala.
¿Cómo, entonces, aseverar que el apagón analógico es un contratiempo electoral? Los especialistas lo han constatado: en las elecciones locales importa más la presencia que el mensaje y, en todo caso, pudieron sustituir, con suficiente tiempo, menor costo y mayor difusión y penetración con “espotización” radiofónica, desplegados en medios impresos, espectaculares y con el contacto personal de los candidatos con los electores.
Lo que oculta la supuesta movilización de quienes se quedaron sin el decodificador para gozar de la señal digital -debió de entregarse de manera gratuita- es la pérdida que las televisoras tendrían del pastel publicitario, ya que los partidos o los candidatos o los promotores pudieron haber alegado falta de penetración del mensaje. Lo más costoso de las campañas políticas es el “mercadeo publicitario” de los candidatos en la televisión.
La posposición de ciertas políticas públicas equivale a dar un paso atrás en el mandato constitucional y en el compromiso adquirido para mejorar las condiciones de vida de la sociedad; es decirle al futuro que se detenga, porque los intereses de los poderes fácticos de la comunicación están por encima del Estado y de los gobernados.
Desconcierta la contundencia con la que EPN ha decidido resolver algunos problemas relacionados con la corrupción y el tráfico de influencias, porque después parece mostrar debilidad cuando de implementación de políticas públicas que definen el futuro de México se trata. Equivale a dar la espalda al mandato constitucional.
Sobre el tema, Jean Baudrillard dejó escrito: “El propio poder se basa ampliamente en la repugnancia. Toda la publicidad y el discurso político son un insulto público a la inteligencia y a la razón, pero un insulto del cual somos parte integrante, una abyecta empresa de interacción silenciosa. Se acabaron las tácticas de disimulo; hoy se nos gobierna en términos de franco chantaje…
“La buena publicidad (política) pasa por la nulidad, por lo menos por la neutralización de su producto, de la misma manera que la moda pasa por la transparencia de la mujer… ¿Y si toda la publicidad fuera la apología no de un producto, sino de la propia publicidad? ¿Y si la información no remitiera a un acontecimiento, sino a la promoción de la propia información como acontecimiento? ¿Y si la comunicación no remitiera a un mensaje, sino a la promoción de la propia comunicación como mito?”
Suspender el apagón analógico en Tijuana equivalió a ceder al chantaje, y a posponer el futuro.
QMX/gom