Teléfono rojo
Después de un largo batallar en el intento por mantener el control político de la ciudad de México, Miguel Mancera parece haber entendido que sus problemas radican en la fractura de las fuerzas que le permitieron alcanzar el poder. Y tal vez con esa idea en la mano, ha lanzado el mensaje de que nadie tiene seguro su puesto en el gobierno capitalino.
La violencia de las últimas semanas, los muchos errores cometidos en todos los terrenos, la ausencia de una eficiente estrategia de comunicación y la creciente presión de la sociedad y las críticas en el exterior, mancera se mostró, después de mucho, dispuesto a ejercer la autoridad en él depositada.
Y consciente de que es imposible caminar amarrado a los intereses de todas las tribus existentes hacia el interior del PRD, advirtió que podrían realizarse ajustes en el equipo de gobierno si los resultados no son los que la sociedad espera.
Mancera sabe que al momento en que abandonó la protección política de Marcelo Ebrard, se rompieron muchos hilos ligados al control de diversos frentes, como el de la seguridad. El titular del gobierno capitalino entiende que es objeto de golpes y presiones por parte de los grupos que dentro del perredismo, suponen que no se les ha brindado todo el apoyo y “respeto” que merecen por el trabajo realizado en la conquista del poder por parte de Mancera.
El gobierno capitalino parece haber entendido que la batalla en la ciudad de México tiene mucho que ver con el distanciamiento entre los grupos que hasta el arribo de Mancera al poder, habían recibido un trato diferente al que hoy reciben.
Las autoridades del Distrito Federal intentaron mantener el problema de los “levantados” en la Zona Rosa en un perfil lo más bajo posible. Y lucharon por controlar la información. Fueron víctimas de su falta de estrategia y de una evidente filtración que dañó todo el proyecto. Tardaron en entender el tema y permitieron las especulaciones. A ello se añadieron nuevos hechos de violencia y aceptaron costos por fuera de la realidad.
Al mismo tiempo, Mancera se vio obligado a pagar las facturas políticas de su negativa a tolerar en el Distrito Federal la Cruzada contra el Hambre. El gobierno capitalino no quería un programa que le restara control político. Pero al negarse al programa consentido del gobierno federal, se amarró las manos para demandar ayuda en casos de crisis.
Y ese punto se añadió a la crisis actual.
Pero Mancera parece querer remendar la situación. Ha puesto los “resultados” como parte necesaria para que los funcionarios permanezcan en sus cargos. Ha lanzado una advertencia clara a los grupos que le disputan el poder.
Pero aún así, falta saber si en realidad tiene la fuerza política para mantener a los rivales en los límites aceptables de la lucha política.
Después de todo, si los funcionarios pública no dan los resultados demandados, el fracaso será del gobierno en lo plural.
Mancera tendrá que repensar la estrategia de su alejamiento del grupo de Ebrard, con el que se tiene que ligar el activismo de Manuel Camacho en el Senado; tiene que analizar la fuerza que se requiere para controlar al resto de las tribus y por supuesto, analizar cuidadosamente, la relación con los “Chuchos”, quienes después de todo, siempre tendrán a la mano, para cualquier candidatura de emergencia, a Carlos Navarrete, algo que a todos los grupos rivales no agrada y si agrede.
QMX/nda