Abanico
La vida carecería de sentido si fuera para siempre. Lo mismo ocurre con los proyectos políticos, la construcción de las naciones, la conceptualización de la patria y el sentido de pertenencia. EPN lo reconoció, aunque después el sistema rectificara: el Pacto por México tiene fecha de caducidad. Fue sensato asumirlo y hacerlo público.
Lo que resulta incomprensible es que actúen en sentido contrario a sus declaraciones e incluso en negación de sus convicciones. ¿Cómo el Pacto, con unos meses de vida, tiene fecha de caducidad, y se niegan a reconocérsela al proyecto de la Revolución, caduco desde que fue carcomido por la corrupción y la impunidad, cuando Álvaro Obregón decidió reelegirse.
Presentar un Plan Nacional de Desarrollo ajeno a la reforma política que conduzca a la transición que necesita México y que anhelan los mexicanos, equivale a soñar despierto, a ese anuncio del Melate: “… ya me vi”.
Es en este contexto que debe revisarse la propuesta de Reforma Política presentada por un grupo de senadores de Acción Nacional y de la Revolución Democrática, porque abre las posibilidades de dar aire fresco al modelo político, y hacer que el inmodificable proyecto económico beneficie más a la sociedad que a los poderes fácticos y a los titanes de las corredurías bursátiles y de las fábricas de armas, cuya misión es lograr que la permanencia de la función de Estados Unidos como Imperio, se alargue lo más posible.
Los siete pecados capitales de esa propuesta de reforma política son:
1. Gobiernos de coalición, con Jefe del Gabinete, ratificación del Congreso de todos los que lo integren y aprobación de un convenio programático tanto por diputados como por senadores.
2. Moción de censura con origen en cualquiera de las cámaras para destituir al Jefe de Gabinete y a los integrantes de su gobierno.
3. Sesiones de control semestrales, a las que el Presidente de la República y su gabinete deben acudir, para conocer de su desempeño y discutir las agendas y sus modificaciones.
4. Iniciativa razonada, que consiste en la obligación del titular del Poder Ejecutivo de comparecer ante el Congreso para explicar las motivaciones y particularidades de las iniciativas legislativas que presente.
5. Participación del Congreso en la aprobación del PND y de los programas operativos anuales.
6. Aprobación del Senado para la Estrategia Nacional de Seguridad, y
7. Ratificación por parte del Senado de todos los acuerdos internacionales.
Es un desorbitado punto de partida; demuestra ignorancia aunque busca la transición tan necesaria; es desconocer lo que ya ocurre en el Congreso, pues al legislarse la Ley de Ingresos y el Presupuesto de Egresos, ¿qué hace la Cámara de Diputados, sino aprobar los programas operativos anuales e incidir en ellos?
Los legisladores que propusieron una reforma política que dice, al titular del Ejecutivo, quítate tú para que me ponga yo, carecen de toda proporción, pues bien pudieron convertirla en el broche de oro del calderonato. La transición es urgente, pero háganla bien. Se requiere apostar al futuro, evitar permanecer en el pasado.
QMX/gom