Abanico
Estaba previsto que para el nuevo gobierno del Distrito Federal el examen empezaría a los seis meses de iniciado; también lo estaba que entre los más severos sinodales figurarían algunos de los más entusiastas mentores de ayer y de anteayer. Pero lo discutible de algunas de las decisiones tomadas los ha convertido, más que en jueces, en torturadores inquisitoriales.
El torturado es Miguel Ángel Mancera, quien este 5 de junio cumplió exactamente medio año al frente del gobierno de la capital nacional.
Sus errores, que no son pocos, se han magnificado a la luz de los medios de comunicación que dejaron de alumbrarlo y hoy lo arrojan a las sombras más tenebrosas: las de la inseguridad pública aparentemente perdida en el Distrito Federal.
Primer gran error del ahora gobernante del DF fue haber creído que en la práctica podría tener tantos aciertos como administrador de la ciudad capital como los que se le percibieron en su papel de procurador de Justicia capitalino durante el mandato perredista de Marcelo Ebrard. En primera instancia, sus tiros de aceptación en ese entonces fueron más por sus interlocuciones con los medios de comunicación –a los que siempre estaba dispuesto a atender y con sonrisa carismática, además–, que a enfrentar y solucionar los efectos de la violencia y la inseguridad en el corazón económico y cerebro político de la República.
Ni Mancera al frente de la Procuraduría ni otros prospectos al gobierno capitalino del mismo partido de Ebrard, ni de otros institutos políticos, se dieron cuenta de que el propio Mancera sería el único capaz de capitalizar los votos de los capitalinos en porcentaje importante, merced a los programas sociales e incluso gracias a la labor de quien ahora es su antecesor en el cargo.
Así, casi inconscientemente, Mancera tomó el reto. Ganó de impreparado aún ahora, no sabe que gobernar el Distrito Federal, es más que administrar y dejar que se diga que aspira a la presidencia de México, como si simplemente se tratara de satisfacer el deseo aspiracional de un ego personal.
CAER SIN REDES
Sin afiliarse a la izquierda, paradójicamente Mancera inició con el pie izquierdo, pues a él le tocó lidiar con los efectos de la represión de fuerzas policiacas capitalinas en contra de manifestantes y simples transeúntes el primero de diciembre por la toma de protesta como presidente del priísta Enrique Peña Nieto. Un asunto que, como muchos otros, crece cada día en lugar de ser solucionado. Para el caso sólo habría que revisar que uno de los manifestantes más señalados en contra del juramento presidencial de Peña Nieto repite su activismo en diferentes foros; nada más y nada menos, en la reciente toma de la rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México y en la que los actores políticos de todos los ámbitos esperaban más que declaraciones del gobernante capitalino.
Mancera, quien ganó la capital precisamente por su política de comunicación en la PGJDF, ahora pierde terreno de manera drástica justo por su pésima fórmula de comunicar e implantar una percepción positiva de su tarea de gobierno.
Lo intentó, primero, con las redes sociales –Twitter y Facebook- y tras el hashtag #ManceraHazmeUnParo –por la atención que recibió la actriz Laura Zapata a una solicitud de ayuda a su hijo–, la estrategia de comunicación en redes sociales se mostró vulnerable y fallida, pues pese a que a otras personas anónimas les había dado el mismo trato, una persona pública dejó a Mancera como selectivo en su política de gobierno y atención ciudadana.
Los perros del Cerro de la Estrella, el desafortunado incidente del pequeño que murió por una bala perdida al interior de una sala de cine en la misma delegación Iztapalapa, la muerte de un paciente al interior de un hospital, la muerte de la joven Darcy… ¡y ahora los 11 desaparecidos al interior de un bar en la Zona Rosa!, son solo ejemplos representativos de que la violencia y la inseguridad rampante en el DF no se ataca ni se resuelve, sino que se atiende con la presentación de líneas de investigación enfocadas a balbucear respuestas a los medios de comunicación.
Pero Mancera a sólo seis meses al frente del GDF, ya no tiene los pies –falta ver si la cabeza— para administrar e intentar gobernar el presente y el futuro de los distritofederalenses, pues en el terreno político, pese a su amplísima, traslapada y confusa agenda social y de reordenamiento urbano en todos los ámbitos, y su bandera política por convertir en el estado número 32 al DF, le pega fuerte a la construcción de su propia candidatura presidencial el hecho de aplaudir el proyecto personal de Enrique Peña Nieto, pero no construir andamiajes con las fuerzas políticas locales.
Mancera decepciona. No ha entendido su tarea de gobierno y gestión política y quiere volar antes de aprender a gatear en las lides del poder. Por ahora la gestión la tiene perdida y su aspiración presidencial la construye sumando (cero más cero es igual a cero) números rojos.
Y la decepción, lo sabe usted, es característica de los acróbatas de la política, a quienes, si no se les nota nerviosos, es simplemente porque están aprendiendo a saltar con red.
El goteo de noticias sobre la inseguridad pública en la capital nacional va para largo y no sólo en los casos más estridentes, como ahora el de los desparecidos –o “ausentes”– de la Zona Rosa.
No vendría mal, entonces, que Mancera recordara que a su progenitor político, Marcelo Ebrard, se le cierran todas las puertas. Las de su propia oficina, por ejemplo.
Y que eso da para muchos saltos mortales sin peligro alguno. Excepto para el ciudadano, claro.
Índice Flamígero: “Le tengo confianza al jefe de Gobierno”, declaró hace un par de días Andrés Manuel López Obrador, cuando los resporteros le preguntaron sobre el caso de los tepiteños “ausentes”. Y remató: “No es lo mismo Mancera que Eruviel”.
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QMX/fr