DIARIO EJECUTIVO: Etnias y sustentabilidad/2

En meses recientes se ha debatido mucho acerca de las policías comunitarias. Se ha mencionado que se trata de organismos ilegales y hasta algunos las relacionan con el narcotráfico, pero su origen es totalmente válido. Nacieron como grupos de defensa del patrimonio de los indígenas. El caso más claro es el de Cherán, Michoacán, en donde no sólo existe policía comunitaria, sino un municipio autónomo desde hace dos años.

Hacer una historia de ese pueblo purépecha es ya motivo de estudio por parte de universidades. Por eso, brevemente abordaré el pasado. Hace un año, ya como municipio autónomo, se presentó un enfrentamiento en el cual murieron ocho personas. La razón fue que los indígenas de Cherán decidieron defenderse de los saqueadores o talamontes, que en muchas ocasiones actuaban protegidos por las autoridades.

El municipio de Cherán es básicamente forestal y muchas de las artesanías –incluso hasta la materia prima para las guitarras de Paracho- salen de los bosques que históricamente han cuidado los indígenas de la meseta purépecha, manteniendo la sustentabilidad de su herencia.

Sin embargo, grupos paramilitares y lo que se ha dado en llamar “el crimen organizado”, han saqueado sistemáticamente los recursos naturales de la zona. Grandes camiones saquean los bosques purépechas y las autoridades han sido incapaces de detenerlos. Por eso, el caso de Cherán se ha convertido en un ejemplo.

Según estudios serios, han sido saqueadas 15 mil hectáreas de los bosques de la zona, apoyados por empresarios que se han enriquecido con la tala ilegal  y por algunos funcionarios de gobiernos estatales y municipales.

El autogobierno de Cherán nació precisamente con el propósito de proteger los bosques y realizar una explotación sustentable de la riqueza forestal.

México ¿país forestal?

Según algunos especialistas –entre ellos Romárico Arroyo, quien fue secretario de Agricultura- la vocación de México es forestal, pues cerca del 70 por ciento del territorio nacional es de bosques. Sin embargo, la industria silvícola es tan marginal, como los grupos indígenas marginados que los explotan racionalmente.

Los ejidos y comunidades agrarias de los municipios indígenas poseen alrededor del 60 por ciento de la superficie forestal del país. Lamentablemente, las autoridades se han mantenido ciegas al respecto y no han hecho esfuerzo alguno por levantar esta industria y elevar el nivel de vida de millones de mexicanos que dependen de las grandes extensiones boscosas.

Según el Instituto Nacional de Estadística y geografía (INEGI)  el valor total de la industria forestal no supera los 20 mil millones de pesos anuales, pero de ella dependen al menos cuatro millones de mexicanos, indígenas, propietarios de los bosques.

De acuerdo con la Secretaría de Economía, en su información sobre cadenas productivas, no existe una sola empresa formal dedicada a la tala de árboles, aunque sí reporta alrededor de 100 aserraderos. Es decir que la tala de bosques se realiza casi siempre de manera informal o hasta  delictiva. Incluso la clandestinidad contrata grupos armados paramilitares, para llevar la materia prima a los lugares en donde comienza la industrialización de la madera.

Los datos hablan por solos. La superficie forestal comercial, es decir la que está legalizada ha tenido un descenso de alrededor del 70 por ciento en los más recientes cinco años, pues en 2007 era de 131 mil hectáreas y pasó a sólo 35 mil el año pasado. Para colmo, la producción de maderables bajó de 9.5 millones de metros cúbicos en 2000 a únicamente  6.3 millones el año pasado, es decir una reducción de 50 por ciento.

Los grupos indígenas de la meseta purépecha, como la comunidad de Cherán, sufren precisamente por el abandono en que se encuentra la industria forestal a nivel nacional. No hay una política de Estado para el aprovechamiento de los recursos y mucho menos una comunicación permanente con las etnias que poseen los bosques.

Durante siglos, los indígenas han preservado su herencia y han mantenido una política de sustentabilidad para proteger su patrimonio. Sin embargo, la voracidad de empresarios y delincuentes ha ocasionado que anualmente se pierdan 500 mil hectáreas de bosques, según la información oficial del gobierno mexicano.

Incluso se calcula que el 70 por ciento del mercado de la madera en México es ilegal, lo que se suma a los incendios forestales que, según la Comisión Nacional Forestal (Conafor), llegan a un número de 13 mil por año, arrasando una superficie de casi un millón de hectáreas.

Grupos indígenas de Oaxaca, de Chiapas o los tarahumaras en Chihuahua tienen como único patrimonio los bosques y los han explotado de manera sustentable durante siglos, pero la avaricia de empresarios es la que destruye la naturaleza sin recato alguno.

Por eso, el caso de los purépechas de Cherán es un ejemplo de sustentabilidad, al crear un municipio autónomo que tiene como propósito fundamental preservar el patrimonio forestal. Como dice el filósofo del metro: La ignominia es hermana menor del abandono.

Tianguis

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QMX/rfv