Libros de ayer y hoy
Quienes hoy gobiernan están temerosos de llamar a las cosas por su nombre. Los signos son ominosos, parecen incontrovertibles, de qué otra manera puede explicarse que Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de la Gobernación, convocara a las autodefensas a dialogar, a encontrar puntos de acuerdo. Todo indica que la guerrilla creció al amparo del descontrol propiciado por los barones de la droga, el desgobierno del panato y las consecuencias del proyecto económico.
¿Qué es la autodefensa, además de una respuesta al vacío de poder? ¿Qué es, por sobre el esfuerzo para conservar alimentos y bienes, porque se carece de seguridad jurídica? ¿Qué puede significar como defensa de los derechos humanos?
La dignidad es diferente a la confianza. Si la segunda tiene fecha de caducidad, la primera está dotada de conservadores naturales, puede retraerse, pero jamás deja de ejercerse ese derecho a vivir en paz, a poder ver a los hijos y las parejas directamente a los ojos, lo que están muy lejos de poder hacer los políticos con los gobernados.
Ese Demonio de Sócrates que deambula entre las comunidades necesitadas de autodefensa, que lo mismo está en las presidencias municipales acosadas por la delincuencia organizada, que en ese cuarto de escucha instalado por Marisela Morales durante su gestión como procuradora General de la República, para hacerse de secretos con los cuales traficar, se muestra deseoso de advertir lo que puede ocurrir en México, entre los mexicanos de hoy -ajenos a la manera de pensar de los mexicanos del siglo pasado y del milenio anterior- si deciden ocultar la realidad y evitan, a cualquier precio, llamar a las cosas por su nombre.
Recupera este metiche Demonio de Sócrates partes de un texto de Leonardo Sciascia, publicado en La Sicilia en agosto de 1978: “… es preciso cimentar de nuevo la verdad si se quiere cimentar el Estado… Estoy hablando de energías ideológicas, de impulsos que por su ambigüedad pueden servir para provocar contemporáneamente hechos revolucionarios y hechos represivos: intercambios permutables…
“El Estado no negoció por debilidad. En la medida en que se creyó fuerte (¿pero se creyó realmente fuerte?), era débil. Un Estado fuerte no tiene miedo a negociar. Poniatowski, ministro del Interior francés, de un Estado que es realmente un Estado, ha dicho que cuando están en juego vidas humanas inocentes, el Estado negocia. Es después cuando debe saber aniquilar los focos de subversión, radicalmente”.
Ahora caigo en cuenta que Felipe Calderón, asesorado por Guillermo Galván Galván y Genaro García Luna, pero como jefe de un Estado débil y cabeza de las Fuerzas Armadas, decidió tomar el camino inverso: primero aniquilar, y después sentar las bases de una nueva relación social y política entre gobierno y sociedad.
Para que las negociaciones se conduzcan por buen camino, para conjurar la posibilidad de que ocurra lo que en Colombia, que lleva 70 años de combates sin fin y recién iniciaron el diálogo, lo primero que ha de hacerse es llamar a las cosas por su nombre, en ese momento se cimentará la fuerza del Estado. A lo peor estoy equivocado, pero lector, ¿usted qué opina?
QMX/gom