Doble rasero del populismo: Trump, AMLO y la manipulación de los nombres
Envalentonado por su “triunfo” ante la disidencia interna, el presidente del PAN decidió lanzar una nueva ofensiva de corte político electoral, en contra del priismo. Y seguro de tener la fuerza necesaria para presionar, vía el Pacto por México, convirtió al “nuevo PRI” de Enrique Peña, en algo igual de corrupto y tramposo, que el partido tricolor que todos conocemos.
Gustavo Madero se presentó con las “pruebas2 de que el Revolucionario Institucional es sólo diferente en los discursos. Y sus gobernadores, no pasan de ser una partida de manipuladores cuyo único objetivo en la vida, es hacerle trampa a los sufridos panistas.
Pero en todo esto, hay algo que a todo mundo llama la atención y que no es más que la facilidad con la que el dirigente de Acción Nacional elevó las apuestas electorales apenas se consumó su victoria ante el grupo rival dentro de su partido, encabezado por Ernesto Cordero.
Y según se ven las cosas, Madero tiene en la mano la presión en torno al Pacto. Sabe que para Enrique Peña Nieto no hay gobierno sin el pacto. Y que está dispuesto a pagar los precios políticos que se le impongan, con tal de mantener el multicitado acuerdo vigente..
Así, el PAN anuncia que presentará nuevas denuncias ante las autoridades electorales sobre irregularidades cometidas por los priístas en las 14 entidades en las que el próximo mes de julio habrá elecciones.
Y para Madero resulta muy fácil acusar al PRI. Pero al hacerlo, al que acusa directamente es al presidente Peña Nieto, por la simple y sencilla razón de que, al aprobarse hace unas semanas, las reformas estatutarias aprobadas en la última asamblea nacional del Revolucionario Institucional, el Primer Mandatario pasó a formar parte de la estructura partidista y con ello, dígase lo que se diga., asumió el liderazgo formal y no sólo real, de su partido.
Así, cuando los “priístas demuestran que son lo mismo de siempre”, la responsabilidad tiene que ser lanzada sobre el desempeño del presidente de la República. La separación entre partido y gobierno ya no existe ni siquiera en apariencia. Y ese pequeño detalle parece no quedar claro para el señor Madero.
Todo mundo sabe que Madero tiene el respaldo del gobierno en su lucha interna por alcanzar a finales de año, el control absoluto del PAN. Todo mundo entiende que ese apoyo tiene como contraparte el respaldo el firme e invariable soporte del panismo a las reformas estructurales que se tienen en la agenda como parte central del Pacto.
Pero ahora, Madero ha doblado las demandas. Habla de irregularidades en las elecciones, con la idea muy clara por cierto, de que si logra empantanar alguna de las elecciones, el gobierno podría ordenar a los priístas no defenderse y con ello, pasar el triunfo al PAN.
Madero quiere victorias en las urnas que “demuestren” que su dirigencia puede llevar al PAN a la recuperación electoral. Y ha marcado la ruta para ello.
Lo que no se sabe si el nuevo PRI , con Enrique Peña Nieto como líder no sólo real, sino formal, aceptará las presiones del PAN.
El Pacto para el gobierno es importante. Todo en el gobierno actual pasa por el Pacto. Nada se hace o dice si no tiene al Pacto como soporte. Pero también, la oposición ha logrado secuestrar al Pacto para presionar al gobierno.
Ahora, con la idea de que las derrotas no se cargarán al PRI, sino directamente a Enrique Peña Nieto, ¿el gobierno aceptará esas presiones? ¿Hasta dónde?
QMX/nda