Visión financiera
La respuesta ofrecida por Humberto Benítez Treviño a la sociedad fue una muestra de su altanería y simulación, para lograr un objetivo: salvar a su hija Andrea de su propia estulticia. Terminó por costarle, a él, la chamba.
Los propietarios del Máximo Bistrot, la sociedad entera, debieron clamar porque la PGR investigara a Andrea Benítez por usurpación de funciones y tráfico de influencias, al menos, pues toda denuncia telefónica ante Profeco es grabada, y nada han exhibido de esa Procuraduría a los medios, para demostrar que fue una inconformidad por mala calidad en el servicio lo denunciado por la quejosa. De haberse hecho por escrito, debiera constar en los archivos.
Es de suponerse que lo que realmente hizo la hija de míster Profeco -dado que su padre estaba postrado por el dolor y enfermo-, fue instruir a Roberto Figueroa, subprocurador de Verificación, para que éste, a su vez, diese órdenes de acudir al restaurante y dar un escarmiento a quienes jamás se enterarían de dónde les caía todo el peso del poder, todo el peso del regreso del PRI para guiar a los mexicanos por los caminos de la democracia. ¿Qué padre permite que su hija dé instrucciones en su oficina? Sólo Humberto Benítez Treviño. Así le fue.
Resulta que para dar ejemplo de probidad y eficiencia en la calidad del servicio de la Profeco, y gracias a que así lo dispuso el papá agraviado porque se pensó que Andreita es capaz de una tropelía de tal tamaño, Roberto Figueroa fue, hasta el miércoles, el funcionario de mayor rango sancionado por la Secretaría de la Función Pública. Con él se fueron el director general de Verificación y Vigilancia, el director de Procedimientos y Sanciones, y el jefe del Departamento de Verificación de Normas Oficiales Mexicanas de la Profeco. Pero el presidente de la República añadió un nombre a la lista.
Unos días antes míster Profeco, con justa razón, nomás eso faltaba, declaró que por su calificada consciencia de servidor público honesto, nunca pasó la idea de renunciar. Su argumento fue simple: él nunca ordenó ni autorizó el operativo. Ni siquiera estaba en sus oficinas cuando ocurrió. Convalecía de una operación de cadera, lo que facilitó que su pequeña tomara la decisión de poner orden, de una vez por todas, en su oficina, para así sancionar a quienes se atrevieron a ningunearla, según ella.
Don Humberto, digno papá de su hija, aclaró: “Yo cultivo los valores republicanos y dentro de los valores republicanos hay culto a la hombría personal, a la congruencia, a la lealtad a hombres y a instituciones; si así fuera el caso (haber ordenado la verificación), yo lo reconocería públicamente ante ustedes”.
Lo que olvidó mencionar míster Profeco es que su hija manda en su corazón, en su mente, y así como él obedece, deben acatar los subordinados las órdenes de la pequeña Andrea como si fuera él mismo quien las imparte. Adolece de idéntico defecto al de Vicente Fox, quien decidió compartir la Presidencia de la República, y puso al mando de esa institución a la pareja presidencial. Don Humberto comparte con la hija de papi ese poder conferido por la Procuraduría.
Pero se resistió con todo a irse, antes muerto e indigno que abandonar la parcela de poder. EPN cumplió su mandato constitucional.
QMX/gom