Abanico
El presidente Barack Obama corre el peligro de ver acortado su segundo período presidencial por una serie de escándalos que amenazan su credibilidad.
De hecho, algunos analistas conservadores comienzan a comparar uno u otro de los problemas con encubrimientos de tamaño o la gravedad del famoso escándalo de Watergate, que en 1974 acabó por costar la renuncia del entonces presidente Richard M. Nixon.
En este caso, Obama enfrenta la posibilidad de que tres hechos se conviertan, aisladamente o unidos, en un gran escándalo político que como mínimo deje inválido a su gobierno durante lo que queda de su mandato.
Los tres problemas son agrandados por el debate político estadounidense, uno en el que el partido de oposición -el republicano- tiene un megáfono tan grande como el que tienen los demócratas y ansias de revancha política.
Los republicanos tienen, en particular, el poder en la Cámara de Representantes, donde se encuentra lo que los politólogos llaman “el poder de la bolsa” y un par de Comités, el Judicial y el de Reforma y Supervisión Gubernamental, que tradicionalmente desempeñan el papel de “perros de ataque” contra los gobiernos cuando están en manos de la oposición, como es el caso ahora.
En ese marco los reportes sobre encubrimiento y cambio de versiones en torno a la muerte de Christopher Stevens, embajador estadounidense en Libia, durante un atentado en Benghazi, se unieron a las denuncias sobre las indebidas investigaciones hechas por el Internal Revenue Service (IRS-servicio de impuestos) contra grupos conservadores opuestos al régimen Obama.
Y como remate, la agencia informativa The Associated Press aseguró que el Departamento de Justicia se había apoderado subrepticiamente de meses de registros telefónicos de sus editores y reporteros.
La suma puede ser un enorme escándalo.
Y de ser así, el presidente Barack Obama podría verse literalmente lisiado durante los próximos tres años, con consecuencias imprevisibles para un país donde la política ha hecho del congreso un ente tan disfuncional que es inútil ante la falta de acuerdos y por tanto de fórmulas de gobierno.
Unos Estados Unidos paralizados de esa forma tendrían también un impacto negativo considerable sobre el resto del mundo, y dados los vínculos entre los dos países, México.
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