Abanico
Los efectos del chantaje político practicado por el PAN con el Pacto por México como rehén, están a la vista. Y queda sólo por resolver hasta dónde llegará el gobierno en las concesiones políticas para mantener vigente el acuerdo entre las tres más importantes fuerzas políticas nacionales.
El gobierno ha cedido en todos los frentes. Aceptó detener la aparición de la reforma financiera, a pesar de que es obvio que ello retrasará mucho de los proyectos más importantes de la actual administración. Del mismo modo, aceptó analizar todo lo que esté relacionado con las delegaciones de la SEDESOL, con lo que entrega a querer o no, parte de la fuerza política a sus rivales.
El gobierno permitió que se le colocara como “tramposo” y controló al PRI para que se defendiera de las acusaciones de la oposición.
El régimen ha pagado una factura importante en este juego del panismo. De entrada, al detener la presentación de la reforma financiera, se vio obligado a modificar toda su estrategia nacional e internacional en la que las reformas aparecían como el eje central.
De esta manera, el presidente Enrique Peña viajó al América del Sur, a un encuentro de corte financiero, sin el as que esperaba sacar a relucir en el evento. Con el gran cambio financiero en el congelador, el presidente no sólo modificó su discurso, sino que dio pie para que en lo externo, aparecieran dudas sobre lo que se puede lograr en México en el corto plazo.
Otro tanto sucedió unos días después, cuando asistió a la Convención Bancaria, a la que, del mismo modo, llegó con un buen saco de promesas, pero pocas realidades. El discurso fue por supuesto, uno plagado de optimismo, pero carente de realidades. La reforma financiera que tendría que ser una estrella en la frente del gobierno, simplemente no apareció. Y los banqueros aplaudieron por obvias razones.
Es por ello que la pregunta que corre en todos los pasillos del sector político es simple, pero no carente de importancia: hasta dónde cederá el gobierno para mantener vigente un Pacto al que las oposiciones le encontraron ya el modo para utilizarlo como moneda de cambio para alcanzar sus objetivos políticos.
El gobierno detuvo el ritmo de puesta en marcha en lo que a reformas se refiere. Atrasó varios meses el ritmo de las transformaciones financieras. Aceptó que su programa estrella, la Cruzada contra el Hambre, fuera convertido en el blanco de las críticas y ataques de la oposición. Se conformó ante la ofensiva de la oposición para desacreditar a la titular de la SEDESOL. No se inmutó cuando el perredismo simplemente se negó a dejar que la Cruzada llegara al Distrito Federal, en lo que fue una acusación abierta en contra del gobierno mismo. Ahora aceptó que los delegados de SEDESOL y más adelante serán todos en todos los terrenos, fueran evaluados y no por el gobierno, sino por algún mecanismo que cumpla las ambiciones de la oposición.
Y ¿a cambio de qué? De que el Pacto siga vivo. Sin importar que ello sea sólo en tanto a los partidos minoritarios les convenga tener un rehén al que pueden sacar jugo, sin tener que entregar nada que no sea un discurso de “unidad nacional”.
El chantaje ha dado resultado. Pero ¿podríamos esperar que la respuesta del gobierno tenga también un lado de firmeza? Eso es algo que no pasará mucho tiempo antes de conocer la respuesta.
QMX/nda