Itinerario político
Los resultados de la encuesta Rumbo al Plan Nacional de Desarrollo permiten establecer un diagnóstico inequívoco, en cuanto a la identificación de los temores de la sociedad: secuestro, violencia, economía.
Esta triada, que es administrada por la delincuencia organizada, facilita dar identidad al cáncer nacional que conculca toda política pública, nulifica credibilidad y confianza en las instituciones, y mantiene rotos los vínculos sociedad-Estado: corrupción e impunidad.
Esta dupla puede calificarse de actitud aprendida y asumida como normal por buena parte de los mexicanos. Los delitos que hoy más afectan a la sociedad, sólo son posibles gracias a la corrupción, y ésta se desarrolla como una actividad profesional cotidiana, porque está protegida por la impunidad.
Olga Sánchez Cordero incumplió su mandato constitucional y violentó los procedimientos jurisdiccionales, con el pretexto de poner orden, de una vez por todas, en la violación de los derechos conculcados a Florence Cassez debido a fallas en el procedimiento de procuración de justicia y del debido proceso: violó la ley, la ministra, con el pretexto de hacerla cumplir, y todos tan campantes.
Pero lo más grave, lo que muestra los altísimos niveles en los que campea la corrupción, es que como resultado de la supuesta investigación que realiza la PGR, con el propósito de enderezar lo que Genaro García Luna enchuecó durante su paso por el sistema de procuración de justicia, puede terminar en agua de borrajas porque, como suele suceder, aprehenderán y enjuiciarán a los mensajeros, mientras viven en la impunidad los autores intelectuales y los ejecutores de una simulación que concluyó en el descrédito y la vergüenza del sistema de procuración y administración de justicia de México.
Por ejemplo, el nombre de Lizeth Parra no aparece por ningún lado en la investigación, lo que indica que es altamente posible que la impunidad la cobije, a pesar de ser ella quien concibió e instrumentó informativamente la idea de “actuar” el episodio de la detención, para que pudiese ser filmado y entregado a los medios informativos, a efecto de potenciar la impoluta imagen de su jefe y amigo, Genaro García Luna.
¿Cuáles fueron los argumentos y las armas de Lizeth Parra para convencer al ingeniero García Luna? ¿En qué momento se decidió que los detenidos actuaran para los medios electrónicos? ¿Cómo se determinó quiénes estarían presentes? ¿Quién confeccionó la lista de invitados? ¿Cómo, los jefes de información y los conductores, determinaron “comprar” esa impostura informativa?
Hay muchas preguntas y pocas respuestas. Mi Demonio de Sócrates necesita dejar constancia: “De nada sirve refugiarse en la defensa de los valores, aunque sean críticos, lo cual es políticamente correcto pero intelectualmente anacrónico. Lo que hace falta es pensar esta realización incondicional del mundo, que es al mismo tiempo su simulacro incondicional. De lo que más carecemos es de un pensamiento de la conclusión de la realidad”.
Decidieron arrojar los dados sobre el tapete verde, pero también tomaron la determinación política de borrar las caras donde aparecen los nombres de Lizeth Parra y Genaro García Luna, el dúo dinámico de la corrupción y la impunidad.
QMX/gom