Para Contar
La renuncia del diputado Ricardo Monreal Ávila al uso de automóvil blindado y, por lo menos, 2 escoltas o personal para su protección tiene graves consecuencias que merecen el calificativo de “mal ejemplo”.
Seguramente el ex gobernador de Zacatecas, ex priista, ex perredista y cercano al movimiento que encabeza Andrés Manuel López Obrador, no consideró que para un político moderno, importante e influyente el coche blindado y los “guaruras” –como se trata despectivamente a esos dignos trabajadores– es parte de la parafernalia.
No imaginó el legislador el grave crecimiento en las estadísticas de desempleo que produciría si los políticos no emplean ayudantes, personal de seguridad o acompañamiento.
Quizá Monreal frecuenta poco los rumbos de Polanco, el auténtico centro de la política nacional, en donde al lado de los grandes y caros hoteles en los que gobiernan funcionarios federales, estatales y municipales, empresarios y periodistas, se ha formado toda una economía informal de tacos, tortas y tamales para que los “guaruras” y ayudantes consuman y aguarden a sus jefes.
“Político pobre, pobre político” se dice que expresó el profesor Carlos Hank González, motivación que lo llevó a amasar una de las grandes fortunas del país. La frase, en este caso, podría ser: funcionario, político o empresario sin “guaruras” demuestra su pequeñez, su insignificancia, su falta de temor o conocimiento en una realidad de violencia o parafernalia que abruma.
La decisión de Monreal podría calificarse como exhibicionista y, por supuesto, revela que no estaría capacitado para un puesto de verdadera importancia nacional si repitiera su rechazo a la compañía de escoltas, conducta que puede juzgarse irresponsable, porque no es concebible ni imaginable un político sin protección, que no tenga una barrera de escoltas o “guaruras” que lo proteja de la realidad de la calle, de los problemas reales y verdaderos de la población.
En tanto, el que fuera fundador del Sistema Nacional de Seguridad Privada (SNSP), Alejandro Desfassiaux, expresó que aun cuando la OCDE-México, expuso en febrero pasado que nuestro país, ocupa la cuarta tasa más baja de desempleo, entre tres mil a cuatro mil empresas de seguridad que existen, sólo 200 se encuentran “certificadas’’ y el resto aprovechan el desempleo persistente.
Sin embargo, las empresas que definió como “patito”, contratan personal, sin que las autoridades federales exijan los requerimientos necesarios de “confiabilidad” que utilizan y a las empresas, las alertó a que tengan cuidado al elegir una empresa para que brinde seguridad a sus instalaciones, industrias, casa-habitación y seguridad en cualquiera de sus modalidades.
Bajo esos parámetros, la industria de la seguridad privada que ofrece empleo directo e indirecto a un poco más de dos mil personas “teóricamente 50% de los empleados que existen en todo el país, serían piratas”. El problema es que las empresas sin certificación, no pueden probar que su personal cuenta con permisos para portar armas y otras garantías para que no se coludan con la delincuencia.
Si, la renuncia de Monreal al auto blindado y al personal de seguridad lo condena a vivir la realidad, a tener que soportarla con su rudeza y su crudeza, a estar expuesto no solo a que lo asesinen por nada, sino que lo asalten en un estacionamiento o caminando por la calle.
Solo a Monreal o al Papa Francisco se les ocurre no usar un coche blindado, que los proteja de los inoportunos, de los quejosos, de los pobres. Es mejor hacer política en Polanco y evitar el calor, el polvo, a la gente, pues, porque son el verdadero peligro.
QMX/am