Abanico
La tortura, como instrumento de poder y control social y político, es la expresión más acabada del totalitarismo. El secuestro de un personaje público convierte al ser humano en objeto de negociación por cuestiones políticas; se llega a él cuando se carece de argumentos en uno y otro lado. Ingrid Betancourt y Rubén Figueroa son el ejemplo contemporáneo más claro de esa estupidez.
La privación ilegal de la libertad entre particulares está más allá de la barbarie, porque, de inicio, es una tortura sicológica que ejerce presión en la víctima, sus familiares y la autoridad, pero cuando la tortura llega a lo físico y se inicia la mutilación de las víctimas por motivos estrictamente pecuniarios, no hay palabra que exprese tal acto.
Acá tenemos dos victimarios cuya ferocidad rebasa cualquier esfuerzo de comprensión, o ¿cómo describir el comportamiento de Daniel Arizmendi López y Andrés Caletri López? Sólo la psiquiatría, quizá la literatura, pudieran describir esa relación establecida entre víctima y victimario en cuanto se inicia la mutilación. La expresión del rostro de Gabriela Ulloa Conde únicamente Dios puede comprenderla.
Noticia de un secuestro, de Gabriel García Márquez, es la mejor y quizá la única incursión literaria para aproximarnos al tema del dolor y la tortura infligidos por los particulares durante el secuestro. Cuando éste culmina en muerte, se entra al escenario del absurdo. Lo demás es disquisición ociosa para vender periódicos, tiempo aire y, además, hacerse cómplices del victimario, al favorecer el miedo.
Lo anterior viene a cuento porque Antonio Baranda, de Reforma, informa que “de acuerdo con datos del secretariado ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP), entre diciembre de 2012 y febrero de este año se iniciaron 326 averiguaciones previas por secuestro en México.
“Desde el inicio de su gestión, Peña Nieto marcó como una prioridad reducir de manera gradual y sensible los delitos de mayor impacto social, tales como homicidio doloso, secuestro y extorsión. No se ha hecho público, sin embargo, algún plan específico para combatir el ilícito.
“Las estadísticas del SNSP reflejan que los estados de Tamaulipas, Michoacán y Estado de México, territorios donde se concentra gran parte de la violencia actual, encabezan la lista nacional de secuestros, con 41, 39 y 38 casos, respectivamente.
“El promedio mensual de secuestros en lo que va de la Administración es de 108, rubro que en 2012, último año de Gobierno de Felipe Calderón, se situó en 97. El 26 de enero, este medio publicó que de acuerdo con la consultora global de inteligencia Control Risks, nuestro país ocupa el segundo lugar mundial en incidencia de secuestros, debido a que las fuerzas de seguridad son incapaces de controlar esa actividad”.
La imprudente realidad rebasa todas las expectativas cifradas en los resultados de unas innovadoras políticas públicas para garantizar la seguridad en la patria, tan castigada por los daños colaterales producidos por la guerra contra la delincuencia organizada. Estadística mata discurso.
El secuestro entre particulares está más allá de la razón.
QMX/gom