
Itinerario político
Después de un fallido intento por mantener fuera de la información diaria la realidad de la violencia en el país, el gobierno da un paso más en su afán por controlar el daño informativo que los muertos le ocasionan y demanda ahora, un cambio en el lenguaje que se utiliza para dar a conocer el impacto de la delincuencia organizada.
Es así que, después de unas semanas en las que la violencia pasó a segundo término en el terreno de la comunicación, ahora, ante el repunte del fenómeno y las muchas interrogantes sobre lo que el nuevo gobierno quiere y haza, desde el poder se pide acabar con los términos que dejan ver que la violencia está necesariamente, ligada al narcotráfico.
La petición oficial es simple. Eliminar los términos que hasta ahora se aplicaban y que colocaban la violencia como parte exclusiva de la narcoviolencia.
Términos como “levantón” “encobijado” o “encajuelado” entre otros, tienen que dejar su lugar para una diferente terminología. No se quiere, se explicó, que sea el narcotráfico quien imponga el lenguaje que se debe usar para dar a conocer el problema que la violencia ha creado.
Y la estrategia oficial, simplemente provoca risa.
De haber sabido que el problema radicaba en los términos utilizados, con guardar silencio todo se hubiera resuelto desde hace mucho tiempo y el país se hubiera ahorrado un buen número de muertos y desaparecidos.
Desgraciadamente, el lenguaje nada tiene que ver con la realidad que se quiere controlar. Hay muertos y violencia y se puede decir de mil maneras diferentes el hecho. La realidad es que los muertos aparecen “envueltos en una cobija”, “dentro de una cajuela de un vehículo”, o hay personas que son “obligadas a subir a un vehículo” y después nada se sabe de ellos.
El problema es que el actual gobierno se ha encontrado con un reto mucho más serio de lo que por lo visto, habían calculado.
Las promesas de una estrategia que diera resultados inmediatos han quedado en el olvido. Y se ha dicho ya de diferentes maneras, que tendremos que esperar por lo menos un año, para que la realidad sea otra. Los resultados no están, ni con mucho, a la vuelta de la esquina. Y por supuesto, aquello de “resultados” queda a juicio del propio gobierno y no de los ciudadanos, a pesar de que éstos son quienes padecen la dura realidad nacional.
El gobierno ha mostrado que, discursos aparte, es bien poco lo que puede hacer para resolver el problema más serio que se vive en la República.
Las críticas a lo hecho en la pasada administración fueron muchas y constantes. El PRI como oposición tenía, o dejaba que se pensara que tenía, las respuestas adecuadas para el reto planteado por la delincuencia organizada.
Pero una vez de regreso al poder, todo ha quedado centrado en el Pacto Por México y las reformas estructurales. Pero la pacificación en el país no avanza. Y primero se quiso que la información de los hechos violentos, quedara relegada. Y ello funcionó las primeras semanas del gobierno.
La realidad sin embargo mostró que las cosas estaban, en el mejor de los casos, igual que en el sexenio anterior.
Así, se pasó al segundo punto de la estrategia: anunciar que se requería tiempo. Se olvidó que tiempo fue precisamente lo que Felipe Calderón agotó con su estrategia.
Ahora, cuando el problema se mantiene como la preocupación fundamental de los mexicanos, lo que se pide es cambiar el lenguaje.
Pero el problema es que, con términos diferentes o no, los muertos y la violencia aún están ahí.
QMX/nda