Libros de ayer y hoy
A pesar de que para muchos mexicanos el tema de Venezuela es visto con cierta lejanía, la verdad es que la jornada electoral de este fin de semana seguramente impactará en el corto plazo a la política latinoamericana toda y específicamente a nuestro país.
Ninguno de los escenarios probables augura un futuro terso para ese país hermano. Tanto la información de primera mano que nos han allegado nuestros amigos venezolanos como los datos macroeconómicos y políticos duros dibujan un futuro oscuro, de confrontaciones internas y duras presiones internacionales.
Para comenzar, estamos hablando del país que mantiene la tasa de inflación más alta de los países latinoamericanos. Si sumamos a ello las fluctuaciones (tendientes a la baja) de los precios del petróleo, tenemos que en muy poco tiempo el Palacio de Miraflores enfrentará severos retos para sostener sus principales herramientas de control: no podrá otorgar subsidios generalizados, no podrá inyectar petrodólares en otros países y batallará para sostener las redes de corrupción que sostienen su política interna.
Esta falta de recursos económicos, que en el caso del chavismo se confunden con los recursos políticos, hará todavía más difícil que el precario gobierno central enfrente exitosamente las presiones de sus opositores, pues carecerá de las herramientas para conducir una administración sólida y de rumbo fijo.
En este panorama, la esperanza que encarna el proyecto de Henrique Capriles ve limitadas severamente sus posibilidades dentro o fuera del gobierno, precisamente porque su naturaleza democrática choca con el ambiente autoritario generado en los años de dictadura.
Lo mismo cabe decir de Nicolás Maduro. A pesar de hallarse a sus anchas en las prácticas autoritarias, tiene poco o nada qué hacer, a causa de sus propias limitaciones personales y de las migajas en las que el régimen al que sirvió convirtió al sistema político venezolano.
Ese es el limitante panorama padecido igualmente por demócratas o autoritarios. No olvidemos que Hugo Chávez dejó la herencia de un Estado prácticamente desmantelado, con una división social extrema y con grupos enfrentados dentro del propio chavismo (siendo uno de los más poderosos el de los cubanos). Poco puede hacerse ante tan perniciosas inercias.
La más inmediata consecuencia que podemos esperar en México es que se incremente la de por sí nutrida migración a nuestro país. Según las cifras oficiales del INEGI, las cuales muy probablemente no registran la gran cantidad de migrantes carentes de documentación, durante el periodo que gobernó Chávez la cantidad de venezolanos en nuestro territorio se triplicó. Seguramente esta tendencia habrá de agudizarse.
Ello de ninguna manera puede considerarse negativo para nuestra patria, todo lo contrario. Se trata de un pueblo hermano con el cual mantenemos sólidos y significativos lazos de solidaridad; además, muchos venezolanos han venido a enriquecer nuestra sociedad con su creatividad y su talento.
Podemos esperar también que ante la caída del liderazgo del proyecto chavista se multipliquen las voces, internas y externas, que demanden a Los Pinos un papel más proactivo en el escenario regional. La diplomacia mexicana enfrentará el reto de retomar su papel histórico de promotora de la hermandad, la democracia y la paz entre nuestros pueblos.
Ante ese vacío de poder, esperamos que nuestra cancillería actúe con la altura que demanda este momento histórico, por el prestigio internacional de nuestro país, sí, pero sobre todo por la gran necesidad de serenidad y concordia que hay en toda la América Latina.
QMX/me