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Una lectura apresurada, superficial y desinformada de la enésima crisis en la península coreana deja la impresión de que la República Democrática Popular de Corea, conocida popularmente como Corea del Norte, Norcorea o Corea socialista está amenazando militarmente a la vecina Corea del Sur y a Estados Unidos.
Pero la verdad estricta es exactamente la contraria: es Corea del Norte la que desde 1953 es víctima de amenazas, provocaciones, actos desestabilizadores, guerra de baja intensidad y propaganda negra por cuenta de Estados Unidos y del gobierno cipayo y de extrema derecha impuesto en Seúl por la Casa Blanca y el Pentágono.
Son ya sesenta años de esta conducta hostil, amenazante y provocadora de Washington, Seúl y las potencias imperialistas europeas y japonesa contra la pequeña Corea del Norte, sexagenaria política guerrerista que tiene como fin declarado, expreso y público imponer un cambio de régimen en la pequeña nación socialista.
Se trata simplemente de eso: de forzar el fin del socialismo coreano y su sustitución por un régimen económico de mercado, es decir, un régimen capitalista dependiente y subordinado al imperialismo yanqui, europeo y japonés. Como el de Seúl, por ejemplo.
El conocimiento de esta situación, que pasa por una imprescindible revisión de la historia de la península coreana de los últimos sesenta años, permite entender que las supuestas amenazas militares norcoreanas son una respuesta categórica y claridosa, aunque solamente verbal, de la dirigencia de la pequeña nación socialista a los amagos, provocaciones y actitudes injerencistas de Estados Unidos y sus interesados comparsas de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte).
Recuérdese, por si alguien lo ha olvidado, que la crisis actual se desató después de que Estados Unidos impuso sanciones a Corea del Norte por realizar un ensayo nuclear en febrero pasado, y de que fuerzas estadounidenses y sudcoreanas realizaron en la península maniobras militares de evidente carácter provocador y amenazante contra Pyonyang.
Con estos antecedentes es claro que la situación en la península coreana no pasará de las palabras. Y que una nueva conflagración bélica en la zona no está a la vista. A menos, desde luego, que Washington, Seúl y la mafiosa Alianza Atlántica decidan avanzar en sus propósitos de derrocar al gobierno norcoreano por la vía de una intervención militar en gran escala, digamos como un nuevo Irak, otro Afganistán o una nueva Serbia.
Pero cualquier ocurrencia de este tipo no es fácil de ser llevada a la práctica. Washington y Seúl entienden perfectamente que las declaraciones de Pyonyang de responder a una agresión imperialista van en serio. Que en una eventualidad semejante Norcorea se juega la vida y que rendirla manu militari no será cosa sencilla.
Sin embargo, y más allá de las palabras, es necesario encontrar la razón esencial de esta nueva crisis. Y la razón es que Estados Unidos pretende impedir a toda costa que la República Democrática de Corea posea la capacidad de producir armas nucleares. Para eso son las amenazas, las provocaciones y las sanciones económicas políticas y diplomáticas de Washington contra la pequeña nación asiática.
Mas ésta no puede renunciar a ese propósito. Pyonyang sabe que su seguridad futura sólo estará garantizada plenamente cuando posea el arma atómica. Es una cuestión de sobrevivencia. Una vez poseyendo un arsenal atómico, la pequeña nación estará en condiciones plenas de disuadir a Washington de lanzarse a una nueva agresión militar directa y en gran escala para propiciar el tan anhelado cambio de régimen en Norcorea. Conociendo los antecedentes ¿es tan difícil de entender quién amenaza a quién?
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QMX/maf