Alfa omega del recuerdo
El Partido Acción Nacional decidió dejar en manos de sus militantes todo lo que es el proceso de selección de sus cuadros dirigentes, en un movimiento que falta mucho para poder determinar si es un avance democrático, o un verdadero salto al vacío.
El PAN decidió hacer a un lado a la “élite” que tenía bajo su control la designación de sus líderes. Bajo este esquema, el partido aceptaba, pero no opinaba. Y por ejemplo, Felipe Calderón pudo hacer con la dirigencia partidista lo que se le vino en gana, hasta que se equivocó con Gustavo Madero, quien no sólo no aceptó la sumisión, sino que dio inicio al movimiento que hoy tiene al panismo al borde de un verdadero colapso.
Eliminada la ruta del poder, el partido pasó ala ruta de las masas. Y ahora, la elección de los dirigentes partidistas se realizará mediante la votación entre sus militantes. Y ello parece ser un avance, ¿pero en realidad lo es?
El PAN es cierto, hizo a un lado a los cuadros que de una u otra manera se apoderaron de los puestos de control. Pero ahora, se ha entregado a las masas internas. Y ello, según puede apreciarse en otros partidos, está lejos de ser algo fácil de manejar y peor aún, una demostración de fuerza democrática.
A partir de ahora, en el PAN habrá una lucha de imágenes. No de posiciones o de proyectos y propuestas. Lo que se requiere desde ahora, es ser “famoso”. Lo demás será puesto a un lado.
Es cierto que el PAN presume de tener una militancia mucho más educada que el resto de los partidos. Y es cierto que sus mensajes son mucho más sencillos de vender, especialmente desde la oposición, ya que todo lo que se requiere es fijar una postura firme y clara frente al gobierno en turno.
No obstante, ahora lo que interesa es tener la imagen apropiada. No importan si ello responde o no con la realidad. Lo importante será aparecer como “panista” consumado, sin que ello obligue a tener un proyecto político capaz de fortalecer al partido.
En el PAN existe un acelerado proceso de “valcanización” del partido. Hay demasiados grupos y demasiados intereses personales. En las últimas semanas ha quedado claro que en la batalla lo que importa es alcanzar posiciones de fuerza, incluso si con ello se altera el futuro del partido.
La dirigencia actual no ha podido mantener el proceso político para modificar sus documentos básicos. Si un grupo propone, el otro descompone. Y uno más ataca a los dos anteriores.
La apuesta está planteada con miras a la renovación de la dirigencia a finales de año. Y aún cuando puede existir la reelección, lo que se pretende es desgastar a las figuras que encabezan las bandas en pugna, con la esperanza de que ello permita el crecimiento de alguna otra que pueda alzarse con el poder.
En el PAN en estos momentos, la lucha no tiene un carácter interno real. Los ataques se lanzan en torno a la relación que cada grupo contendiente puede tener con el gobierno federal. Y ello obliga a que el gobierno intente o no, fortalecer a un grupo determinado, con la idea de que una derrota o una victoria, puede reflejarse de manera negativa en los objetivos del Pacto por México.
El fin de semana pasado, el PAN determinó cambiar su forma de elegir dirigentes partidistas. Y se entregó al proceso de selección con voto a los militantes.
Y con ello, podría haber dado un paso importante hacia su recuperación y consolidación como una fuerza política de oposición.
Pero también podría haber dado un paso hacia el fortalecimiento de lucha interna en base a “tribus” tal y como sucede en el PRD.
Y tal y como sucede en el partido del sol azteca, podría haber sentado las bases para una muerte lenta y dolorosa de un partido que, una vez alcanzado el poder, no supo mantener ni ideales, ni programas, ni ética política y menos aún, su proyecto de país.
QMX/nda