El INE y la complicidad
El Pacto por México es la esperanza de que algo bueno surja de la curia política mexicana para salvar al país del infierno. Consiste en acuerdos entre los principales partidos políticos para hacer las reformas necesarias en lo hacendario, energético, educativo, telecomunicaciones, salud, seguridad y las que sean necesarias. Y liberar al país de todos sus pecados cometidos hasta la actualidad por tanto gandaya sin escrúpulos y violadores de leyes. Para predicar con el ejemplo y poner al servicio de los parroquianos un país más próspero e incluyente. Pero…
Pocos mexicanos en el extranjero se sienten incluidos en el Pacto. Quizá porque no se nos menciona de manera directa en temas como: migración, remesas y derechos políticos. Pareciera, como sucede con la curia en el Vaticano, que necesitan escuchar a los de afuera, además de darse una purga de malos pensamientos para dejar de ser seducidos por los poderes fácticos del mal.
La frase Pacto por México dice mucho pero suena parecida a muchas otras del pasado que resultaron en falacias, con las que muchos mexicanos emigramos al extranjero. Lo que nos marcó como despatriados, algo así como excomulgados.
Pero las políticas de estado no se califican con fe espiritual sino por los beneficios sociales. Sin embargo, lo que nos queda es cruzar los dedos y pedir la bendición del Papa Francisco para que se nos cumpla el milagrito. Y la gaviota que se paró en la chimenea de la Capilla Sixtina en el Vaticano como buena señal, pues también se pose en México. Claro, no la de Peña Nieto.
Para los mexicanos en el extranjero escuchar de pactos puede compararse a otras muy parecidas cuando vienen representes del gobierno mexicano y repiten como letanía: “estamos aquí para escucharlos”, pero lo hacen con un gesto de buena fe más que de acuerdo político.
Frase que se volvió a escuchar el sábado 9 de marzo en el consulado de Chicago, durante la presentación de Arnulfo Valdivia Machuca, nuevo director del Consejo Consultivo del Instituto de los Mexicanos en el Exterior (CCIME), dependiente de la Secretaria de Relaciones Exteriores. Y lo hizo ante los consejeros locales del IME una especie de diputados patitos en el extranjero, que hasta ahora son más una carga al erario que una representación incluyente y efectiva. Lástima, muchos de ellos más capacitados y con mejores intenciones que los legisladores elegidos por la gracia del poder supremo político.
Y seguirá así, si no se toma en cuenta lo señalado por el consejero Frank de Ávila, en el sentido de que en el Pacto por México se deben incluir los derechos políticos de los mexicanos en el extranjero, que consiste en la credencialización en el exterior, votar y ser votados. El consejero Carlos Arango agregó: “para no ser de palo”, por lo que exigió representación en el Congreso y así se atiendan las iniciativas propias. O la de Omar López sobre la salud, que mencionó la importancia de regular la atención médica y la repatriación de cadáveres donde se requiere de trámites legales.
Cuando se ha planteado esa apertura, a ciertos políticos de la curia rancia mexicana, su respuesta ha sido: “ustedes ya se fueron, abandonaron al país”. A cambio nos venden una matrícula consular por 27 dólares, que la policía estadounidense la pueden hacer valer como pasaporte, pero de repatriación. Que en México ni es válida para cambiar 20 dólares en un banco, pues piden la credencial de elector.
Desde que se formó el IME–hace diez años con Vicente Fox—sus integrantes son portavoces de la comunidad mexicana en el extranjero, que informan al vicario del CCIME, que a su vez lleva las recomendaciones a la SRE y posteriormente al papa presidente, si acaso. No pasan por el Congreso para su discusión. Es decir, los voceros de las feligresías del IME y los cónsules que colectan el diezmo, son promotores de recomendaciones pero que no tienen poder en la curia política mexicana y menos en sus cónclaves.
La forma de gratificar la fe y fidelidad de los legisladores patito del extranjero es pagándoles viajes con gastos de estancia donde les dan la oportunidad de convivir, plantear pactos y desahogar sus penas. Pero sus propuestas no están entrando en las reformas del proceso democrático como parte de los ejes rectores para cambiar la vida de los mexicanos en general y donde estén.
¿Por qué los mexicanos del extranjero deberían tener representación en el Congreso y proponer sus leyes? Bueno, porque son parte de las soluciones de la economía, la marginación, además de ser un derecho constitucional. Con ello México daría señales de humo blanco y de tener intenciones de entrar a una era de renovación en la administración pública como se supone es el espíritu del Pacto por México.
Por eso, en las reformas de México debería estar la de los derechos humanos y políticos de los mexicanos en el extranjero. De lo contrario seguiremos conformándonos con una bendición papal, mientras la curia política mexicana se da sotanazos defendiendo sus posturas de partido o por rencillas personales por encima de los fieles ciudadanos, que siguen viendo lejos a sus apóstoles, y cuando los tiene cerca es para besarles la mano cuando nos prometen que un día tendrán respuesta nuestras plegarias.
QMX/rf