
De frente y de perfil
Durante los festejos del centenario del Ejército mexicano, gobernadores y el gabinete de seguridad apostaron al mando único policial.
Entusiasmados están con la idea del mando único, con la propuesta de crear una policía o una gendarmería nacional, sin poner un reparo a las lecciones del comportamiento humano, lo que permite constatar que la memoria no es el fuerte de los mexicanos, ni siquiera del grueso de sus políticos, que debieran conocer su historia patria al dedillo.
En septiembre de 2011, no hace mucho, la Policía Nacional de Ecuador intentó un golpe de Estado contra Rafael Correa. Las causas y orígenes difieren: que si los magros salarios, que si la Ley del Servicio Público, que si su presidente los maltrató verbalmente. Hubo muertos, heridos y caos, y debió ser rescatado por los generales.
Acá, en este México nuestro, las Fuerzas Armadas no suman más de medio millón de elementos. Las policías municipales, estatales y federales suman más que los marinos y militares, con un agravante: Felipe Calderón Hinojosa, en el culmen de su megalomanía y en su terquedad por permanecer, dotó de más y mejor armamento a la Secretaría de Seguridad Pública Federal, que a las secretarías de Marina y Defensa Nacional.
Desconozco si la propuesta del mando único en policías que, dadas las características del estilo de gobierno seguido en México, se convierte en un mando único nacional -a las órdenes del doctor Mondragón y Kalb o del responsable de la nonata Gendarmería Nacional-, fue consultado a las Fuerzas Armadas y su función ha sido contemplada dentro de las tareas de seguridad nacional y regional, o sólo es una idea que les parece buena como alternativa para combatir a la delincuencia organizada.
No terminaban los festejos del centenario de la creación del Ejército mexicano, no concluyen los análisis sobre las consecuencias del golpe de Estado de Victoriano Huerta, continúan azorándonos las imágenes de la Decena Trágica, cuando los gobernadores y el gabinete de seguridad apuestan al mando único policial. ¿Para qué?
Mi gurú político se arma de paciencia porque -dice él- me nota distraído, incapaz de comprender de primera intención. Entonces me recuerda que el país, mal que bien, enfrenta una guerra interna, en la que los delincuentes y la corrupción obligaron a la creación de las organizaciones de autodefensa, no hoy, tampoco ayer, sino desde hace 18 años, por lo que indica que relea el análisis de Tony Judt:
“La mayoría de los europeos experimentaron la Segunda Guerra Mundial no como una guerra de movimientos y batallas, sino como una degradación cotidiana por la cual hombres y mujeres eran traicionados y humillados, obligados diariamente a cometer pequeños actos de delincuencia y autodegradación en los cuales todos perdían algo y muchos lo perdían todo; cualquier proceso judicial iniciado como consecuencia directa de una guerra o de un enfrentamiento político, es político”.
Toda decisión sobre el mando único es política, e incidirá tanto en la seguridad pública como en la que tiene que ver con lo regional y nacional, con la vida democrática. Pero harán lo que ellos creen conveniente, la decisión fue tomada hace mucho.
QMX/gom