Libros de ayer y hoy
Pocas cosas han dañado tanto a la cultura política mexicana como la falta de compromiso de gran parte de los líderes nacionales. Las semillas del abstencionismo, del desánimo cívico y de la ausencia de participación crecen en el terreno fértil de las palabras huecas.
Como sociedad hemos pagado caro que para la gran mayoría de la población decir “promesa de campaña” y decir “engaño” sean prácticamente sinónimos, pues los lazos que nos unen como vecinos y como compatriotas se han carcomido por la falta de confianza mutua.
Por ello, los ciudadanos que nos congregamos para impulsar el Plan de la Concertación Mexicana (PCM) lo hicimos bajo la premisa irrenunciable de impulsar propuestas realistas, comprobables, capaces de ser llevadas a la práctica de manera tangible.
Igualmente, cuando decidimos brindar nuestro apoyo al entonces candidato Enrique Peña Nieto, no lo hicimos con base en promesas vagas o acuerdos secretos, sino con una agenda transparente, dada a conocer abiertamente a toda la sociedad y delineada en los objetivos del Plan de la Concertación Mexicana.
Nos comprometimos a impulsar, cada cual desde su ámbito de acción, un giro en el sistema político mexicano que nos lleve a tener un Estado guiado por claros referentes éticos y definido por la participación ciudadana en todos los espacios de poder público. A escasos meses de iniciado su sexenio, el hoy presidente ha avanzado claramente en el cumplimiento de esos objetivos.
Un claro ejemplo de ello es la decisión de Estado que llevó al arresto de Elba Esther Gordillo, en clara consonancia con el objetivo de sanear la vida pública y desterrar la impunidad, impulsando la consolidación de un México sin intocables. Con ello, además, se han vigorizado las alternativas democráticas dentro del propio sindicato magisterial, además de que se abrieron oportunidades para que la reforma educativa avance con la celeridad que demanda el desarrollo de nuestros niños.
Aunque no ha sido tratado por los medios con la relevancia que merece, un asunto igualmente notable es la apertura real de la elaboración del Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018 a las ideas y las propuestas de todos los mexicanos, por medio de una vasta y profunda consulta.
Aunque desde la lucha por la transición a la democracia los conceptos y las propuestas relacionadas con la participación han sido una constante en las plataformas de campaña y en los planes de acción gubernamentales, en la práctica por lo general solo se han logrado consolidar consejos consultivos o grupos asesores que únicamente se utilizan “para la foto”, como parte de una escenografía que legitima las decisiones, sin participar en ellas.
En franco contraste, ahora vemos el fomento de la participación ciudadana real, efectiva, genuinamente capaz de impactar en la toma de las decisiones públicas. Ese es el espíritu de la concertación que nos comprometimos a impulsar junto con el Presidente.
No se trata de echar campanas al vuelo, pues es mucho lo que falta por hacer y tenemos por delante años de trabajo arduo y entregado. De lo que sí se trata es de reconocer que hemos iniciado con acciones contundentes que nos permiten avanzar, con unidad y concordia, hacia el mejor futuro posible, pues ver cómo se cumple una promesa no solo nos restituye la confianza en nuestros líderes, también nos recuerda que como ciudadanos podemos contribuir a la construcción de nuestro destino comunitario.
QMX/me