Jorge Robledo/Descomplicado
Mucho tiempo antes de que un grupo especial de la Procuraduría General de la República cumpliera la orden de aprehensión de la profesora Elba Esther Gordillo Morales, en el aeropuerto ejecutivo de Toluca, estado de México, su imagen había quedado perfectamente destrozada. La llamada opinión pública ya la había juzgado y condenado, aunque gozara de plena y absoluta libertad.
Si se hubiera realizado una encuesta acerca de personajes que debían ser juzgados, sin duda alguna, la presidenta del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación hubiera ocupado el primero o uno de los 10 más desprestigiados personajes de la vida nacional, tanto pública como privada.
La detención de la profesora marca una línea de gobierno que no tiene retorno: el combate a la impunidad, el abuso, la corrupción en cualquiera de sus formas. Ello, seguramente, ha obligado a que muchos pongan sus barbas a remojar porque está visto que el presidente Enrique Peña Nieto irá hasta sus últimas consecuencias en este, como en otros casos, en los que haya delitos que perseguir, trátese de dirigentes sindicales, políticos o empresarios, por más cercanos o confiados que estén de su cercanía al mando central.
Hace muy poco tiempo, hubo quienes creyeron que la alianza o adhesión de la profesora Gordillo con el candidato Enrique Peña Nieto representaría el blindaje para su actuación sindical y política. El rompimiento de la líder magisterial con el ex presidente Felipe Calderón Hinojosa y su posterior apoyo a Peña Nieto, aunque el Partido Nueva Alianza contara con su candidato Gabriel Quadri, sería para siempre.
Pero eso duró, como dice el refrán, “lo que al triste la alegría”. El mensaje presidencial tiene muchas lecturas: desde la demostración de sobrada capacidad logística entre la Procuraduría General de la República, las secretarías de Gobernación, Defensa Nacional, Marina y lo que queda de Seguridad Pública, hasta su gran capacidad de convencimiento hacia los gobernadores que, rapidito, entendieron que la caída de la lideresa (a la que todos apapacharon, en especial el de Puebla, Rafael Moreno-Valle) no debía significar la movilización de los maestros.
Algunos observadores aseguran que en la estrategia no solo participaron del secreto 3 ó 4 funcionarios del primer círculo presidencial, sino también algunos otros factores o poderes fácticos que colaboraron a crear las condiciones para que el golpe político tuviera efectos mediáticos perfectamente coordinados.
Esta precisión de tiempos, movimiento y actores políticos en escena mostraron el músculo del equipo del presidente, totalmente diferente al que padeció el país en los dos gobiernos panistas anteriores, que no dan ni siquiera correctamente la hora, menos podían haber hecho bien un mandado, ya no se diga de efectuar acciones de gobierno que implicaran inteligencia, coordinación y disciplina.
Aparte la decisión de gobernar, la detención de la líder exhibió lo que los sabios y filósofos saben: el poder es efímero. Más aún cuando hace presa a quien lo detenta de la soberbia, la estulticia y lo que muchos llaman prepotencia.
El poder ciega, produce sordera y obnubila, si no es que cancela la inteligencia. Especialmente de quienes evitan la profundidad del pensamiento, la reflexión y cultivan la superficialidad.
La líder del magisterio cayó en la trampa de justificar, explicar y defender la superficialidad, disfrazada de “buen gusto”. De sus escandalosas compras, no frente a la oligarquía, sino –sobre todo– frente al 90 por ciento de los mexicanos que, ni en sueños pueden pagar las facturas de ropa y enseres personales en que gastaba la maestra.
Se perdió su testimonio de ascenso mediante la llamada “cultura del esfuerzo”. En casi 24 años como líder del SNTE, Elba Esther logró convertirse en una mujer de poder hasta que fue detenida y traslada al reclusorio de Santa Martha Acatitla.
El presidente de la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago), Mario López Valdez, aseguró que los mandatarios estatales cierran filas en torno al presidente Enrique Peña Nieto. ”Respaldamos la acción emprendida por la Procuraduría General de la República (PGR) sobre Elba Esther Gordillo Morales”.
El encarcelamiento de la profesora es oportunidad para que en la soledad de su celda reflexione acerca de lo que hizo mal. Pero especialmente es el ejemplo más claro y contundente para quienes, afuera, en la plenitud de la libertad, gozan de poder económico o político.
Los hechos no tienen desperdicio.
QMX/am