Libros de ayer y hoy
Significativa la actitud de Ratzinger: guardará silencio, eso es el claustro, para, como en el grito de Munch, obligarnos a todos a ver qué hay detrás.
La decisión de Benedicto XVI para regresar a ser Joseph Ratzinger me recordó, de inmediato, lo que François Mitterrand contó a Elie Wiesel en Memoria a dos voces: Los problemas filosóficos han sido resueltos, junto con el doctor tomé la determinación de suspender los medicamentos…
Nada de lo leído hasta hoy -porque mañana destruyen su anillo papal y recupera su condición de simple mortal- despeja interrogantes básicas, simples, elementales.
Quizá la lectura de Mysterium iniquitatis, de Sergio Quinzio, permita dilucidar -al menos aproximarse a la respuesta- las cuatro interrogantes; es de importancia hacerlo, porque lo que ocurre hoy en el mundo atañe a todos, se pertenezca o no a una religión.
La obra de Quinzio son las ficticias encíclicas del último obispo de Roma, Petrus II, donde el no menos ficticio pontífice, escribe: “Una profunda cesura separa al mundo moderno del que lo ha precedido. La misma discontinuidad, la misma cesura se ha producido en la historia de la Iglesia. Sólo nos queda ahora un hilo cada vez más tenue de ligamen con el pasado, en el transcurso histórico desde los orígenes cristianos hasta el presente”.
El último intento para resolver el problema fue el Concilio Vaticano II. Imposible de lograrlo desde la posición de Luzbel asumida por la curia vaticana. La soberbia con la que disponen de los poderes terrenales y espirituales depositados en ese Estado, rompe con los orígenes cristianos.
Anota nuestro autor: “El proyecto teológico de la desmitificación del cristianismo, que consiste en despojar el mensaje cristiano de la superestructura mítica de la cultura moderna, había abierto ya el camino -negando la resurrección de los muertos, el Juicio final, el Paraíso y el Infierno, los ángeles y los demonios- a la negación de Dios tal como lo adora la fe cristiana: en efecto, desde el punto de vista de la cultura y la mentalidad modernas, debe aparecer igualmente mítico”.
Lo anterior ocurre como procedimiento para asegurar la globalización, y de ello es mayormente responsable Juan Pablo II, pues se hizo aliado de lo peor de la derecha para derrocar al comunismo y apostar al libre mercado. Sus promotores seculares incluyeron, en el acuerdo político supranacional, el debilitamiento de la fe.
Lo mismo ocurre en los países en los que el concepto de nacionalidad y la idea de patria están firmemente arraigados. Se inicia el proceso de desmitificación de los mitos fundacionales, para desarraigarlos y desplazarlos, como en las peores épocas del estalinismo.
El aspecto más delicado es el que tiene que ver con la fe, y de esto Sergio Quinzio pone en la pluma de Petrus II, lo siguiente: “El depositum fidei se apoya en una palabra que, pronunciada hace dos mil años, nuestros oídos también oyeron (fides ex audito, Rom 10, 17). Una palabra crucificada, pero tan poderosa como para imprimir su sello -en el bien, pero también y quizá sobre todo en el desbaratamiento de su moderna imitación anticrística- en nuestra historia y en todos aquellos que han oído el mensaje, aunque sólo sea para rechazarlo cayendo así presa, finalmente, de un mortal cinismo y de una indiferencia mortal”.
Por ello reconoció y declaró carecer de la fortaleza física y espiritual necesaria. Regresar al origen de la fe, no de los instrumentos para alentarla o conservarla, requerirá del próximo pontífice tomar decisiones políticas, administrativas y espirituales, para recuperar el depositum fidei.
El análisis sobre el estado de ánimo y la decisión teológico-política de Benedicto XVI, requiere de un apunte adicional, encontrado en Carta a un religioso, donde Simone Weil muestra el tamaño del desaguisado pastoral de Juan Pablo II: “El cristianismo ha hecho entrar en el mundo la noción de progreso, desconocida hasta entonces; y esta noción se ha convertido en el veneno del mundo moderno, lo ha descristianizado…”
Hoy lo llamaríamos desregulación, libre mercado, globalización, unipolaridad: el centro es el Imperio, y su escabel las religiones como instrumento de control social y político.
Es importante y significativa la actitud que asumirá Joseph Ratzinger a partir de las 20 horas, hora de Roma, de mañana. Con breve escala en Castelgandolfo, procederá al silencio, que eso es el claustro, para, como en el grito de Munch, obligarnos a todos a ver qué traemos detrás, y adentro.
QMX/gom