
Teléfono rojo
Los discursos no alcanzan a ocultar la realidad nacional. Y se acepte o no, la inseguridad ha dado paso ya, al rebase formal de las autoridades. No hay capacidad en el estado para brindar seguridad a los ciudadanos. Y gracias a ello, hay ya un buen número de localidades, entre ellas Acapulco, que viven la “protección” que brindan grupos armados que violan la ley, nadie sabe qué es lo que realmente representan y que, al paso del tiempo se convertirán, seguramente, en un problema mayor al que supuestamente se buscaba resolver.
El tema ha dejado de ser un fenómeno aislado, para convertirse en uno de los grandes retos de la actual administración federal. Los gobiernos estatales no pueden con el problema de la inseguridad. Y ante ello, con el argumento de la “autoprotección”, se incrementan los grupos armados que, se quiera o no, son la mejor demostración del fracaso de las autoridades.
En poco menos de la tercera parte de las entidades del país se registra este fenómeno. El gobierno federal ha caído en la contradicción. Y si al inicio quería aparecer como negociador y dispuesto al diálogo, ahora habla de ilegalidad y sufre para poder explicar su inacción.
La Comisión Nacional de los Derechos Humanos y los expertos en general, han hecho ver el grave riesgo que corre el país en esta situación. Y no se requiere de mucho para entender que, poco a poco, el estado cede poder. Y lo peor es que no se tiene claro a quienes ni a dónde nos llevará todo esto.
El estado ha sido desbordado. En las grandes ciudades, la situación es también clara, con la diferencia de que los grupos armados son creados por “agencias especializadas” que proporcionan guardias a quienes pueden pagarlos. Pero el hecho es que la autoridad no puede brindar esa seguridad.
De esta manera, el escenario establece que en el país, el gobierno no puede cumplir con su responsabilidad primaria. El punto elemental del nacimiento del estado es el de la seguridad. Y en nuestro país, ese campo se ha perdido.
Los grupos delincuentes han acorralado al gobierno. Le disputan territorios y poder. Y la autoridad no ha sido capaz de aplicar una respuesta realmente efectiva.
Ahora, en respuesta, lo que surge son grupos de “ciudadanos” armados que se consideran con el derecho, la fuerza ya la tienen, para poder detener a quien sea sin pruebas ni la obligación de tener que entregarlo a un ministerio público.
Pero eso no es todo. Esos grupos tienen ligar con otros que para nada son ciudadanos. Hay elementos para establecer conexiones con grupos violentos y de corte guerrillero. Y las respuestas del gobierno siguen en el terreno de lo simbólico.
El reto de la inseguridad dejó de ser un enfrentamiento entre “buenos y malos” en donde el estado tenía el rol del “bueno”.
Ahora, hay “malos” de todo tipo y muy pocos “buenos”. Y lo peor de todo es que al gobierno ya no le queda el papel de “bueno”, gracias a su incapacidad. Ahora, en el mejor de los casos, la autoridad en todos sus niveles, llega si acaso, al papel de incapaz.
Y ello lo han entendido a la perfección los grupos que en todos los niveles, quieren disputarle el poder. Y los grupos armados de “autodefensa” no son más que el primer paso.
Después, llegará el choque entre estos grupos. Y más adelante, una violencia que competiría con la de los cárteles de la droga, con la ciudadanía en el medio y el gobierno aún en su papel de incapaz.
QMX/nda