Alfa omega/Jorge Herrera Valenzuela
Bien a bien, como ocurre con Javier López “Chabelo”, es difícil calcular la edad de Jorge Emilio González Martínez, hijo del incansable luchador ecologista Jorge González Torres y, nieto del ex gobernador y ex secretario de la Presidencia y de Salud, Emilio Martínez Manautou.
“Junior” por partida doble, la carrera política del llamado “niño verde” ronda ya los 20 años en los que ha tenido la protección del fuero legislativo que resultó inútil ante la prueba del alcoholímetro a la que debió someterse contrariado, seguramente emberrinchado, tratando de contener la respiración para que el tufo etílico no delatara el exceso.
El “niño político” tuvo que ingresar al centro penitenciario (por la penitencia) de “El Torito”, para que se le bajara la borrachera y dejar que llegara la cruda. Tuvo que asumir esa condición de ciudadano que se otorga a los mexicanos al cumplir 18 años, aunque haya políticos con más del doble de esa edad que desconocen las obligaciones que esa condición (del ciudadano) implica.
Por una parte, el jefe de gobierno del Distrito Federal, Miguel Angel Mancera, debiera hacer homenaje y premiar a los empleados que no se amedrentaron, ni ante el senador González, ni ante la escolta que siempre le asiste.
El llamado “niño verde”, hoy ya en la condición de todo un adolescente que maneja (?) su propio vehículo, es el mejor ejemplo del cumplimiento de la ley, aunque todo su aparato familiar, de partido y del propio Senado de la República haya debido intervenir ante su detención en Reforma y Campos Eliseos, y su traslado a la reclusión en “El Torito”.
El mismo tiene ante sí la oportunidad de contar una experiencia de ciudadano común y corriente y aprovecharla como plataforma de relanzamiento político, ya en condición de “reformado”.
Sería ilustrativo que narrara cómo, en la madrugada del domingo, activó a abogados y funcionarios para obtener un “amparo” y poder curarse la cruda (7 horas después de su arresto) en la comodidad de su casa o de algún restaurante de menudo y no cumplir con la pena a la que se somete a los jóvenes que no cuentan con las relaciones y el poder del Senador.
Apéndice del priismo, al hoy adolescente verde se le identifica más con el panismo que con el priismo, filiación a la que su padre siempre mantuvo, aunque se aliara al foxismo.
Por supuesto queda el recurso al adolescente verde de denunciar la partidización o politización de su comportamiento porque él siempre ha tenido una conducta intachable y jamás ha dado motivos de escándalo.
En el Senado de la República el hecho se convirtió en la comidilla y hay quienes afirman que en Los Pinos y en el PRI no pasó inadvertido el hecho, en función de la genuina preocupación del presidente Peña Nieto por evitar la impunidad en todas sus expresiones.
No se observó como un hecho aislado o desafortunado, dada la mala reputación y desprestigio que ha logrado el hoy senador, a quien la crítica le tiene sin cuidado, pues –según parece– la percibe como producto de la envidia, los partidos o la política.
Aunque viéndolo con afecto, con ternura hacia un niño que ya llega a la adolescencia, le convendría –aunque sea por tener una experiencia nueva– practicar la autocrítica que le puede mostrar mucho, si lo hace con cariño y generosidad hacia sí mismo.
De lo contrario, correrá el riesgo de convertirse en el “Chabelo verde”, con todo respeto para la leyenda televisiva de los niños.
QMX/am