El INE y la complicidad
El terrible peso de la impunidad podría dar al traste con el gobierno, con las reformas estructurales, con el futuro.
Partamos del hecho -imposible de verificar, igual que las otras hipótesis- de que lo dicho por Jesús Murillo Karam es una verdad de a kilo, y lo sucedido en el edificio B2 de Pemex fue accidente. La sociedad está feliz de que apoquinen con las indemnizaciones y el gobierno asegure que el “descuido” será irrepetible.
¿Es todo? El día en que el procurador general de la República dio su conferencia de prensa y bromeó sobre la maleta con cosméticos, Rosa Montero, en El País -acerca de lo que sucede en España, tan parecido a lo que ocurre en México- escribió: “La sociedad necesita dimisiones, juicios, castigos ejemplares. Sin eso, no hay futuro”.
Es cierto, tal como van las cosas, lo ocurrido en Pemex podría cerrarse como concluyó el accidente de la guardería ABC, de Hermosillo, Sonora; es decir, en la impunidad. De ser ese el caso, el gobierno de EPN necesitará algo más que policías comunitarias reproducidas por todas las entidades federativas, para contener el descontento y el desbordamiento de la delincuencia organizada, porque la sociedad, en un momento de hartazgo ante tanta humillación y demasiada ausencia de la ley, podría preferir solapar a los delincuentes, que honrar a sus autoridades.
A los equívocos de estrategia política se corresponden pifias en la comunicación del gobierno con los electores, y a idéntica velocidad en que se proponen las reformas en el Congreso, se multiplican los focos rojos, a pesar de la declaración de Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de la gobernación y responsable de la paz interna, quien pide no politizar el tema de la seguridad; pero, qué es, si no, la seguridad pública, nacional y regional de México, sino un tema, quizá el principal de la agenda política.
Referente ineludible para todo aspirante a político en México, Tony Judt, escribe en Algo va mal: “El argumento a favor de revivir el Estado no se apoya únicamente en sus aportaciones a la sociedad moderna como proyecto colectivo; existe una consideración más urgente. Hemos entrado en una era de temor. La inseguridad vuelve a ser un ingrediente activo de la vida política en las democracias occidentales. La inseguridad causada por el terrorismo, desde luego, pero también, de forma más insidiosa, el temor a la velocidad incontrolable del cambio, el temor al desempleo, el temor a perder terreno frente a otros en una distribución de recursos cada vez más desigual, el temor a perder el control de las circunstancias y rutinas de nuestra vida diaria. Y, quizá sobre todo, el temor de que no es sólo que nosotros no podemos dirigir nuestras vidas, sino que quienes ostentan el poder también han perdido el control, que ahora está en manos de fuerzas que se encuentran fuera de su alcance”.
Para retomar el control necesitan terminar con la impunidad, como esa de la que disfrutan Juan Molinar Horcasitas, Genaro García Luna, Lizeth Parra y los que están detrás del accidente en el edificio B2.
Recuperar el control está más allá de lo políticamente correcto, del homenaje a las víctimas, de decir la verdad, porque el apoyo de la sociedad, diferente del apoyo del Congreso y los poderes fácticos, pasa por castigos ejemplares, juicios que deslinden a EPN de la impunidad, pasada y presente.
QMX/gom