
Itinerario político
Los corruptos fundamentalmente están entre la IP, pues sus integrantes son los que tienen los recursos para corromper e imponer su voluntad.
El entusiasmo del gobierno y de los partidarios del regreso del PRI al poder, es de preocupar, porque el optimismo en política es perjudicial al racionalismo necesario para gobernar, porque en época de crisis nada es blanco o negro, reinan los matices de gris a la hora de tomar decisiones.
Por ejemplo, al hablar de corrupción en automático se piensa en los funcionarios públicos, nadie hace el mínimo esfuerzo por enjuiciar a los tiburones de las finanzas, a los empresarios y comerciantes que han hecho multimillonarias fortunas porque son ellos los que corrompen, o de alguna u otra manera, o con ocultas influencias, imponen su criterio y voluntad.
El organismo anticorrupción anunciado, ¿enjuiciará a los corruptos de la iniciativa privada, o continuarán funcionando con dos pesas y dos medidas?
Al meditar sobre la necesidad de también sancionar a quienes corrompen a los funcionarios públicos, cae en mis manos el texto de Rosa Montero del martes 15 de enero, cuyo contenido transcribo casi en su totalidad, para comprender lo que puede ocurrir si los tiburones nadan sin estorbo.
El 95% de los españoles cree que los partidos amparan a los acusados de corrupción. Yo estoy entre ese 95%, desde luego, pero no me ceñiría solo a los políticos. No sé bien qué está ocurriendo en esta sociedad, pero da miedo. La avidez económica se ha disparado de tal modo (la codicia, como dice mi amigo José Antonio Serra) que la gente parece haber perdido la chaveta o, por lo menos, cualquier tipo de escrúpulo. Nos hemos convertido en un país de delincuentes.
No se entiende, si no, que personas que parecen normales hagan lo que hacen. Que la última condena por corrupción a la UDC confirme que desviaron 388.000 euros de los fondos de la UE para parados. Era dinero para gente en apuros y se lo metieron en el bolsillo; y ahí está Duran, aferrado al sillón y sin dar la talla. Por no hablar del inevitable Urdangarin, que presuntamente usó una fundación de niños con discapacidad para evadir capital.
Pero ya digo que no es solo cosa de políticos y de yernísimos. Uno de los sucesos más escalofriantes de los últimos tiempos es el caso de las preferentes. Que un montón de directivos de banco de pueblos y barriadas se hayan dedicado a estafar a sus vecinos más débiles, a ancianos ignorantes, a personas enfermas, a familias con discapacitados a su cargo; que hayan sido capaces de cometer esa infamia con gente a la que han conocido toda su vida, sabiendo además que iban a ver desarrollarse la tragedia ante sus ojos, es algo que me deja sobrecogida. ¿Cómo se transforma uno en un desalmado así? ¿En un criminal peor que un navajero? ¿Y por qué los navajeros acaban en la cárcel y esta gentuza no? ¿Por qué lo consentimos? ¿Por qué nos hemos acostumbrado a ello tan dócilmente? La primera corrupción que hay en este país es la moral: la pasividad o la complicidad ante el expolio.
Así como se piden sanciones y cárcel para los políticos corruptos, debieran entregarse las cabezas de quienes los corrompen, por codicia y poder. De quienes mangonean para imponer precios, tarifas y voluntades, quedarse con las licitaciones y entregar comisiones para quebrar voluntades.
QMX/gom