
Ráfaga
Peña Nieto no quiere llorar como hizo López Portillo en su último informe por no haberles cumplido a los pobres; por eso lanzó la Cruzada Nacional contra el Hambre, un ataque frontal a la pobreza extrema y la severa carencia alimentaria que sufren 7.4 millones de mexicanos en 400 municipios del país.
Se trata de cumplir una deuda ancestral que se tiene con los mexicanos más pobres y se promoverá la participación comunitaria para erradicar el hambre e involucrará a los propios beneficiados, para que no sólo reciban alimentos, sino contribuyan a producirlos y a mejorar su dieta.
No sólo repartirán alimentos, sino en una estrategia integral promoverán más inversiones y eficacia para reducir la pobreza extrema de uno de cada 4 mexicanos y uno de 3 chiapanecos, explicó el presidente Peña Nieto en el poblado Las Margaritas, Chiapas, bastión del EZLN.
Pero no basta con reducir la pobreza como en los últimos años; sino se buscarán inversiones que la abatan sensiblemente, porque 7.4 millones de paisanos sufren esas penurias, que se ocultan vergonzantemente, en lugar de intentar confrontarlas.
En la cruzada se invertirán 30 mil millones de pesos, y no es una simple medida asistencialista, pues no se trata sólo de repartir alimentos entre quienes no los tienen, sino de un cambio estructural en el combate a la miseria y de una estrategia integral de inclusión y bienestar social.
El Estado mexicano va más allá de cumplir su función básica de disminuir la pobreza, aglutinará en un esfuerzo conjunto los distintos niveles de gobierno: oficinas federales, gobernadores y alcaldes con inversionistas y los propios beneficiarios para que haya resultados ciertos, y no simples numerales publicitarios.
Habrá que atacar las causas profundas del hambre: las malas condiciones para producir alimentos y sus bajos volúmenes, pues el primer objetivo es que los propios beneficiarios sean sujetos activos de la tarea e intervengan también inversionistas y los sectores sociales.
A su vez, el gobierno se compromete a conjuntar los esfuerzos de sus dependencias para mejorar la salud, educación, vivienda, economía y los servicios básicos de luz, agua y drenaje, explicó el presidente ante 10 mil personas, entre miembros del gabinete, gobernadores, alcaldes e indígenas tzoltziles, tzeltales y tojolobales.
Dirigirá este ambicioso programa federal la Secretaría de Desarrollo Social, cuya titular Rosario Robles asignó a este esfuerzo 5 objetivos básicos:
Lograr la meta “hambre cero” entre quienes viven en pobreza extrema, eliminar la desnutrición infantil aguda y aumentar la producción de los pequeños agricultores.
Reducir, además las pérdidas post cosecha por fallas en el empaquetado y traslado de la producción e impulsar la participación comunitaria en el combate al hambre.
Para elevar la obtención de alimentos se apoyará a los productores, que en gran medida lo son en pequeño, han sido olvidados por mucho tiempo y requieren respaldo efectivo para elevar su productividad.
Habrá mecanismos diversos para lograr acceso real a los alimentos: mejorar ingresos de las familias para que puedan comprar la canasta alimentaria básica y despensas, instalar cocinas comunitarias, comedores populares y múltiples formas de abasto.
Está visto que la oposición exigirá pronto resultados a Peña Nieto, pues dice que no es con discursos ni programas electoreros como se resolverá el hambre atávica de los mexicanos, sino con pasos efectivos, sobre todo en este año con 14 elecciones en los estados.
QMX/sfl