A DOS PUNTAS: Las armas en EEUU, una declaración ideológica

21 de diciembre de 2012
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9:46
José Carreño

La brutal matanza de niños en la escuela primaria de Sandy Hook, Newtown (Connecticutt), puso otra vez sobre la mesa el papel de las armas en la sociedad estadounidense.

Pero en el frenesí de análisis de la masacre frecuentemente se pierden las razones profundas de la relación de los estadounidenses con las armas, tal vez porque sus consecuencias son tan abrumadoras y aterradoras.

Para muchos estadounidenses, especialmente en las áreas rurales, las armas representan tanto como su casa o su automóvil una manifestación de su valor individual y de su capacidad de no depender de nadie. Es una relación iniciada en cierta forma con la fundación de las colonias británicos que originaron lo que hoy son los Estados Unidos: los individuos -colonos agricultores, mercaderes y cazadores- que debían aposentarse en terrenos extraños y debían estar armados para defenderse de peligros reales o imaginarios.

Los gobiernos coloniales ingleses alentaron no solo la colonización sino la formación de milicias armadas para defenderse de los indios y los franceses, que por algunos años rivalizaron con los británicos por el control de lo que hoy es el este de Canadá y el noreste de los Estados Unidos.

Esas milicias fueron el germen protagónico de la revolución que llevó a la independencia estadounidense de los Estados Unidos con la mítica figura de los “Minuteman”, los campesinos que con el mosquete en el arado podían convertirse en un momento de trabajador agrícola en guerrillero. La cacería como actividad secundaria o primaria fue también un motor de la proliferación de armas en la sociedad estadounidense.

La expansión estadounidense del siglo 19 alentó la idea de las armas como instrumento de justicia y defensa, aunque la leyenda es mucho mayor que la realidad. El hecho es que muchas comunidades no tenían más que sus propios recursos para mantener orden y la ley, o la semblanza de ella, y los individuos armados para apoyarlas -aunque fueran frecuentemente tan inadaptados como los delincuentes a los que enfrentaban-.

Pero los “duelos al sol” que proliferan en la mitología esparcida por novelas, películas y series de televisión fueron en realidad y en su inmensa mayoría prosaicos pleitos de cantina; el “salvaje oeste” no fue tan salvaje -excepto cuando se trató de desplazar a los indígenas o linchar a mexicanos, negros y chinos- ni duró tantos años como hacen pensar las leyendas, emanadas mayormente de folletines baratos que fueron los “best sellers” de esa centuria.

Sin embargo, junto con tradiciones religiosas que hacen de los Estados Unidos un campo de batalla en el “armagedón” bíblico donde los estadounidenses lucharían al lado de los ejércitos celestiales, y combinado con la paranoia propiciada por la guerra fría, las armas pasaron pronto de ser un instrumento de defensa o cacería a algo más, mucho mas: una declaración ideológica.

La Segunda Enmienda de la Constitución estadounidense, escrita a fines del siglo 18, consagra el derecho de los estadounidenses a poseer armas y formar milicias. Pero era la época de los mosquetones y de las localidades aisladas… hoy es otro mundo, aunque los partidarios de la posesión de armas se nieguen a reconocerlo.

 

QMX/jcf

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