Alfa omega/Jorge Herrera Valenzuela
Miguel Ángel Mancera fue claro en su toma del poder en el Distrito Federal: este es un proyecto progresista que arrancó en 1996. y con ello colocó a Marcelo Ebrard y a Andrés Manuel López Obrador en la realidad. No son ellos los que iniciaron la lucha política en la capital de la República. A lo más, son una parte, pequeña por lo que se ve, de algo que va mucho más allá de las ambiciones personales.
Pero el nuevo jefe del gobierno de la ciudad fue aún más contundente. En su mensaje de apertura de su gestión, Mancera anunció una cruzada en contra de la corrupción en el gobierno de la gran ciudad. Y para que exista una campaña semejante, se requiere por supuesto de la existencia de las actividades ilegales. Y el GDF, especialmente en los gobiernos de AMLO y del señor Ebrard se había convertido en una cueva de corrupción. Basta con poner un pie en cualquier dependencia capitalina para entender de que se habla. O basta con tener que soportar la presencia de la policía del DF para saber lo que es la corrupción oficial.
Pero no parí la claridad de Mancera. Habló del tráfico de influencias y todo mundo pensó en, por ejemplo, la SETRAVI, o en tantas otras dependencias del gobierno del Distrito Federal.
Y claro está, se llegó el tema de la tan llevada y traída seguridad. Y como en el caso anterior, el mensaje no pudo ser más directo.
Se trabajará con los gobiernos de las entidades vecinas al Distrito Federal para crear un proyecto calificado como “escudo”, dijo y con ello explicó sin mayor problema que la seguridad en el DF requiere de medidas especiales. Lo que en buen romance significa que los dichos del señor Ebrard no pasan de ser propaganda fincada en imágenes más que en realidades.
Pero para Mancera las cosas apenas inician. Es obvio que tiene ya detectado el problema. Y queda a la vista el hecho de que sabe qué y quiénes son el problema. Sabe que Ebrard intentó crear una imagen personales y no de gobierno. Pero la pregunta es qué medidas tomará ante todo esto, más allá de los anuncios que aparecen como parte de la noticia.
En otras palabras, ¿qué es lo que se hará con el tráfico de influencias y corrupción que ha convertido a la SETRAVI en un pesado lastre para la administración capitalina? Y ¿hasta dónde se llegará en la limpia?, si es que en realidad se lleva a la práctica tal medida.
¿Qué se hará con la herencia de la “estatua maldita” que el gobierno de Marcelo Ebrard colocó en el DF y cómo se resolverá el problema internacional que se ha generado con el monumento a cambio de algunos millones de dólares?
¿Se aclarará todo lo que es el gasto en las obras faraónicas realizadas por Ebrard? ¿Se explicará a fondo la razón por la cual habrá vías de cuota en la ciudad? ¿Se aclarará todo lo que es el apoyo a ciertas constructoras en esas obras?
El compromiso de Mancera es enrome. Y su discurso de inicio podría interpretarse como un anuncio de que las cosas habrán de cambiar y mucho.
Pero, las dudas sobre el futuro también son muchas. Después de todo, el poder de las tribus perredistas, que son las beneficiarias de la corrupción en el GDF, es enorme y está presente en el gobierno capitalino.
Sin embargo, si como dice Mancera “mandatario no es el que manda, sino el que obedece el mandato del pueblo”, entonces podríamos estar, realmente, justo al inicio de algo no solo espectacular, sino realmente importante.
QMX/nda