PERSPECTIVAS: El tamaño de la apuesta es enorme y está a la vista.

03 de diciembre de 2012
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9:48
Norberto de Aquino

Difícilmente podría Enrique Peña Nieto haber encontrado una receta para un mejor inicio de gobierno.

De un lado, la conformación del gabinete muestra a las claras, que hay un programa de gobierno y dos vertientes para ponerlo en marcha. Y del otro, la firma del Pacto por México pone a la vista que los objetivos pueden ser compartidos y los avances también.

Peña dividió a su gobierno en dos. De la mano de Miguel Osorio Chong queda todo el sector político y con Luis Videgaray se busca el manejo y control del sector financiero.

Y aquí el mensaje no es menor.

Debe recordarse que al inicio de la campaña, justo cuando la contienda interna en el PRI había terminado, Videgaray apareció como “el único” no sólo con voz, sino con poder en el equipo del ya candidato presidencial del PRI.

A lo largo de la campaña, esa situación se mantuvo. Y tan fue así que se inició el debate en torno a una posible transformación de la oficina de la Presidencia, en la que Videgaray sería el titular con una posición más cercana a una poderosísima Vicepresidencia, que a la oficina tal y como se le conoce hasta ahora.

Concluida la carrera electoral y terminado el tiempo entre elecciones y la llegada real al poder, las cosas cambiaron. Videgaray es aún un poderoso funcionario, pero guste o no, las finanzas las manejará el Banco de México.

Habrá control de muchas funciones y decisiones, pero en los terreno en los que la economía se cruza con decisiones de alta política, las posiciones quedan fuera de su ámbito. El caso más emblemático podría ser el de Energía, en donde se tendrá que hilar fino para llevar a buen puerto la reforma energética. Y el puesto fue entregado a un político que es amigo de Videgaray, pero no uno de sus cuadros.

Por su parte, Osorio pasa a controlar una Secretaría de Gobernación con mucho poder, pero con controles internos muy claros. Los segundos mandos no se entregarán así como así. Y la policía federal es parte del organigrama, pero no dependerá totalmente del hidalguense.

En otras palabras, uno de los dos más cercanos a Peña Nieto ascendió un escalón y el otro no se colocó como esperaba. El terreno es el mismo para ambos, por más que los carriles sean diferentes. Están parejos a la hora de la salida y el jefe sabe que ello es efecto de su determinación.

Por lo que se refiere al pacto, la parte fundamental no son los temas, sino la firma. Primero, debido a que con ello se deja en la soledad política de la protesta y la victimización a Andrés Manuel López Obrador, en un panorama claro para la sociedad que puede ver como hay quienes lograr avances para todos, y otros que no acaban de entender lo que es la democracia real.

Y después, por que el pacto, con todos los limitantes que pueda tener, pone en claro que EPN no quiere gobernar a base de “lealtades” como lo hiciera Felipe Calderón, sino en función de consensos y de objetivos que reúnan las voluntades políticas.

Los ejes están marcados, las líneas de acción a la vista, la unión de las fuerzas políticas preparadas y las primeras metas listas.

El inicio difícilmente podría ser mejor. Pero, ello también es un riesgo. Los errores posibles son muchos. Y las deslealtades también. Y ello contará para el futuro de todo el gobierno.

QMX/nda

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