CABEZADEPLAYA: Por San Antolín…

21 de noviembre de 2012
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9:45
Carlos Galguera R

Aproximación, hoy, por los aledaños del Monasterio de San Antolín de Bedón, siglo XI, retaguardia de la playa abierta, imponente, larguísima, estrecha, peligrosa, sin protecciones posibles…de San Antolín

Día de otoño, cambiante, frío, a veces el sol se abre camino entre toneladas de algodón blanco, gris…, luego todo se apaga, prosiguen los cantos, la representación siempre viva, latente, sonora, cálida…; el lugar es de una magia fantasmagórica…

En una especie de cuadra cercana al templo principal, semiderruida, descubro le huella de un teólogo verdaderamente cósmico, profundidad inmedible…, Hegel parece ante este genio anónimo, que logró dibujar la sentencia que vemos en la foto, como un frívolo de cantina…

En las verdes praderas de este lugar hay dos rarezas que pudieran parecer anomalías de la Creación Celestial, resulta que sobre los troncos de dos viejos castaños, señales inequívocas de cierta vitalidad, han crecido, han nacido ¡¡¡ si, desde los troncos !!!, un abedul, ya se ve crecido con cierta altura y en el otro, ¡¡ no me podía creer lo que estaba viendo !!, un pino…

Verás los testimonios gráficos. Un posible entrelazamiento desde vidas vegetales muy diferentes, me parece a mi, no soy experto en estas disciplinas, un milagro incomprensible, sin conexión aparente con el bellísimo monasterio cercano…y que, quizás provocó el exabrupto de nuestro teólogo de marras…

Me interno por el bosque cercano, buscando la ladera de la montaña, tratando de acercarme a la playa por rutas secas; de momento terreno tremendamente pantanoso, sin señales de caminos, cerrado de vegetación agresiva, tramos imposibles, alambradas con pinchos desgarradores, sortear no resulta fácil, acaba siendo posible…

Tengo que volver atrás, la espesura aumenta y entre la exuberante vegetación se adivinan rampas impracticables; sigo ahora el cauce de una especie de riachuelo, infinitos hilos de agua discurriendo entre la hojarasca…, cuando el cauce se va haciendo mas consistente, lo atravieso cruzando sobre un tronco-puente casi podrido, resbaladizo, máximas precauciones…

Emprendo la marcha por una senda, que cruza la fuerte pendiente del monte, apenas perceptible camino, abajo el río aparece potente, crecido, arriba la montaña con una pronunciadísima pendiente, piedras sueltas en todo el espacio disponible…

Marcho haciendo equilibrios, estrecha línea de pisada, máxima concentración, sin apenas rastros confiables para avanzar, abajo, casi 8 ó 10 metros en vertical discurre potente el río que va a desembocar al Cantábrico. Esta ruta es conocida para mí, pero nunca la había practicado en estas épocas, en cualquier caso las marchas siempre resultan irrepetibles…

Aparece al fin el Cantábrico. Bajo hasta una minúscula plataforma, estoy cerca del arenal, mas bien cubierto de piedras en este lugar, pero hay un cortado, prácticamente vertical, se puede saltar, pero el retorno podría ser imposible…

Me quedo en ese lugar disfrutando el tiempo, el espacio, los murmullos, los olores…, leyendo, escribiendo, dejando ser, “let it be” de los Beatles.

Unas gotas me avisan, hay que volver.

Un placer del siglo XI en su plena potencia, aplicado en un siglo con una X mas de recorrido…, el “teólogo”, pensaba mientras iniciaba la retirada, seguramente no habrá podido llegar hasta aquí, tan ocupado en matar a Dios…, lástima.

QMX/cgr

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