PERSPECTIVAS: Transición

14 de noviembre de 2012
 , 
10:02
Norberto de Aquino

Es posible que se trate de una transición de terciopelo. Pero en la práctica, el intercambio de golpes entre quienes se marcha y quienes llegan es cada día más claro y, por supuesto, más fuerte.

El presidente Felipe Calderón ha hecho hasta lo imposible por atrapar a la sociedad con mensajes en los que se explica todo lo maravilloso que fueron para el país estos seis últimos años.

El equipo de Enrique Peña Nieto no ha podido enfrentar el reto de la comunicación. Es más, parecería que abandonó la plaza incluso antes de que la batalla se iniciara.

Calderón ha lanzado dardos envenenados al gobierno entrante, como el caso de la reforma laboral y no ha perdido oportunidad de presentar su administración como una llena de éxitos, avances y conquistas.

Calderón y Peña Nieto se han reunido ya siete ocasiones de manera pública. Los equipo de ambos han celebrado encuentros en un buen número de ocasiones. Y las quejas de los que llegan se han mantenido en lo privado, en tanto que las conquistas de quienes se van, se gritan a todo pulmón.

Pero las cosas aparecen ya como sólo un gran aparato de imagen. En realidad, la cordialidad es apenas algo de diplomacia. Los que llegan esperan el momento de plantear su verdad, para hacerla contrastar con los dichos de quienes están a punto de retiro.

Sólo de esta manera pueden interpretarse algunos datos que, sueltos poco significan, pero que sumados dejan ver que la “transición de terciopelo” podrían no ser más que palabrería.

Hace algunos días, los priístas mostraron su disgusto por el memorial planeado por el gobierno para

recordar a las víctimas de la guerra contra el narcotráfico.

Se cuestionó sin más, la bandera más importante del sexenio de Felipe Calderón. Las críticas no fueron pocas, ni fueron menores. El distanciamiento fue obvio. Y nadie podría pensar que se trató de un hecho aislado. No se requiere de mucho para entender que semejante posición tendría el visto bueno de la próxima administración.

A ello habrá que sumarle lo sucedido el fin de semana pasado. Justo cuando Felipe Calderón presumía una vez más, los grandes logros de su administración, especialmente en materia financiera, el PRI apareció para recordarle que todo lo que diga en ese renglón tendrá que medirse contra el brutal crecimiento de la deuda del país, lo mismo externa que interna.

De un sólo golpe, el PRI soltó las cifras del endeudamiento. Y con toda claridad puede entenderse el tamaño del problema que se recibirá en la próxima administración apenas arranque su gestión.

Y finalmente, no debe perderse de vista el aún ligero, pero creciente, recordatorio del desmedido crecimiento registrado en la administración federal durante el actual sexenio.

La forma en que las subsecretarías crecieron en número y la proporción en la que las direcciones generales aparecieron por todos lados, no refleja sino el tamaño del gasto corriente estos años. Y ante ello, la falta de logros reales que presumir.

El gobierno de Felipe Calderón recibió millones y millones de dólares por concepto de petróleo. Siempre gracias a los precios superiores a los estimados por el Congreso, lo que arrojaría a lo largo del sexenio, excedentes de los que muy poco se quiere informar.

Así, la “transición de terciopelo” no tan suave como se dice. Peña Nieto sabe que hay una trampa que le espera a partir del 1o de diciembre y Calderón sabe que, a partir de esa fecha, lo que está en juego es no sólo el juicio de la historia.

Y con esa información, ambas partes juegan a que todo es felicidad y cordialidad.

QMX/nda

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