Jubileo 2025: Llevar esperanza a donde se ha perdido
Felipe Calderón no quiere que la historia la escriban los que llegan. Desea, a toda costa, gritar en todos los tonos, lo mucho que hizo como presidente de la República. Y por supuesto, quiere que se entienda que todo aquello que resultó mal o que no se pudo hacer, no fue más que resultado del infortunio, ya que fenómenos naturales, ya como colapsos financieros.
En esta idea, el licenciado Calderón ha dedicado buena parte de las últimas semanas, a recorrer el país, a inundarlo con discursos y a poner en marcha programas, obras y a celebrar reuniones en la que, invariablemente sale a relucir lo bien que le fue al país en estos seis años, y cómo a causa de las “vacas flacas” las cosas no resultaron mejor.
Pero en el balance que se hace desde el poder y con el poder como destinatario final, se olvidan muchas cosas. Y se pretenden muchas más.
Primero, en Los Pinos se deja de lado el asunto de los dineros. Este fue un gobierno “rico” que no fue capaz de aprovechar los recursos a su alcance. El crecimiento desmedido y sin sentido del aparato burocrático, especialmente en los niveles altos, para lo único que sirvió fue para dar posiciones a los panistas y para despilfarrar el dinero
Nada que elogiar realmente.
Pero eso no fue todo.
En los nuevos recorridos del presidente y en sus discursos, nunca se hace mención del crecimiento de la deuda externa o de la deuda interna. De acuerdo con las cifras oficiales, en lo externo, el endeudamiento pasó de 42 mil millones, a 122 mil millones de dólares. Y en lo interno, la situación pasó de 1.3 billones de pesos, a 3.7 billones, al cierre del año pasado
Sumadas, la deuda arrojan un total de unos 400 mil millones de dólares, con un total de unos 245 mil millones para el servicio de lo que se debe.
Es posible que Felipe Calderón tenga algo de razón en las disculpas que encuentra en los fenómenos naturales o en las crisis económicas para justificar algunos de los fracasos. Pero del mismo modo habrá que recordar que al momento de hacer las promesas, cuando quería ser el “presidente del empleo”, jamás mencionó nada en torno a los factores que podrían dar al traste con sus proyectos.
Otro de los olvidos del presidente Calderón radica en lo que ha sido su bandera de todo el sexenio: el combate a la delincuencia organizada.
El tema nunca fue su prioridad en campaña. Tenía en mente otro tipo de situaciones. Pero una vez en el poder, sin más, decidió que el narcotráfico tenía que ser el enemigo a vencer. Y su gobierno declaró una guerra que en términos prácticos, lo único que ha provocado son cientos de miles de muertos y una creciente ola de violencia a lo largo y ancho del país. Calderón llevó al país a una guerra. Pero lo hizo colocando al frente de ella a los mismos que desde el gobierno de Vicente Fox, habían fracasado en el combate a los cárteles de las drogas.
Así, Felipe Calderón quiere dejar en sus discursos, un país de fantasía.
Pero falta saber si el nuevo gobierno tiene la misma óptica. O si por el contrario, al asumir el poder, se le dice a la nación la forma en que se ve el problema desde la posición de quienes tienen que dar respuestas o podrían no tener todos los instrumentos para ello.
QMX/nda