CARTAS DESDE CHICAGO: 6 de noviembre y los mexicanos

04 de noviembre de 2012
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10:34

Este martes 6 de noviembre independientemente quien sea electo presidente de los Estados Unidos, los latinoamericanos nacidos o llegados, clasificados por igual como “hispanos”, debemos demostrar de una vez por todas nuestras galletas, fuerza. Pero como una nueva generación con carácter, propuestas y futuro, sin tener que recurrir a la limosnearía democrática. Hay que superar la imagen de quejambrosos y de discriminados, para hacer sentir nuestro valor económico y político, más allá de presumir fajitas con frijoles o movilizaciones callejeras.

En particular la presencia mexicana en este país que data desde antes que cualquier otra comunidad de origen latino, con excepción de los originales hispanos, de España claro. Digamos que desde la Revolución Texana (1835-36) cuando quedaron los tejanos-mexicanos con identidad confusa. Lo que se incrementó con los territorios arrebatados a México en una invasión mal llamada guerra (1846-48). Le siguió la Guerra de Secesión estadounidense (1861-65) donde los ya mexicoamericanos representaban una desigualdad social y racial.

Como se demuestro con los tratados incumplidos a las garantías individuales hacia los nuevos mexicoamericanos en los territorios expropiados, que aún después de varias generaciones su presencia pocha o chicana, sigue siendo para muchos motivo de “fuchi”, en muchos casos justificado aunque duela. Sin embargo, merecen respeto con sus derechos.

En el siglo XIX EU iniciaría sus programas Guest Workers principalmente con europeos. Posteriormente vendría el Programa Bracero para mexicanos (1942-64), para labores agrícolas y del ferrocarril.  De ahí se incrementarían significativamente los “guests sorchos”, soldados rasos para las guerras “overseas”: Segunda Guerra Mundial, Corea, Vietnam, Afganistán… Mientras que por otro flanco las intervenciones estadounidenses se daban en la economía y política mexicana, que también tuvieron un efecto migratorio.

Considerando lo anterior habría que comparar la trayectoria histórica de origen mexicano en EU con su progreso, que debería ser compatible a una mejor situación socioeconómica actual. Como lo han hecho otros: irlandeses, italianos, alemanes, polacos y demás, que también fueron Guest Workers.

Los latinoamericanos que hemos arribado recientemente a gringolandia, poco o mucho de lo que hayamos logrado ha sido por méritos propios, incluida la imagen devaluada. En cualquier caso la diplomacia del gobierno mexicano ha estado casi al margen. Como se demostró con los reclamos diplomáticos durante la pérdida del territorio que no pasaron de ser temporales. O con los braceros, que les reembolsaron a destiempo, y para muchos nunca, su fondo de ahorros (por parte de México). Más recientemente el tratado comercial TLC que dejó mal parado al mexicano migrante al no haberlo incluido en el mismo.

Aún así y para entonces ya deberíamos ser dueños y responsables de nuestro futuro en la llamada tierra de las oportunidades. Ya no digamos para convocar a empujones a la raza para votar en las elecciones populares este 6 de noviembre. Sino para echar cuentas de cuántos de origen “hispano” estamos en el Colegio Electoral, que son los que van a decidir quién será el próximo presidente. Al parecer en Illinois de 20 votos electorales solo hay una puertorriqueña.

Para empezar, en el Congreso estadounidense estamos desproporcionalmente mal representados, por raza y origen. Ya hace más de siglo y medio que nos ultrajaron y al parecer fue como dice la reina grupera Ana Bárbara, solo fue el susto pero nos gustó, tanto que nos fuimos con el violador porque nos da mejor vida.

Sin embargo, mucho de lo que ha logrado el hispano en EU se debe gracias a los “beans” (mexicanos) ya sea por historia, número, contribuciones o exigencias, lástima que esto no se refleje proporcionalmente con nuestra presencia en todas las áreas y niveles. Culpa nuestra.

En general, la voz iberoamericana en el Congreso de EU no está representada proporcionalmente ni por población ni por contribución. Lo que se ve en inequidad y omisiones. Quienes nos “representan” al parecer no lo sienten porque no conocen su historia, por consiguiente ni su dignidad. Lo que si hacen otras razas.

Quizás se deba a que el latinoamericano gringo o en camino de serlo se dice estar orgulloso de su origen por compromiso. Pero una vez que se americaniza si come frijoles es para complacer más a su abuelita que a su paladar. Nos falta ser una nueva generación con carácter, con propuestas a futuro, sin complejos.

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QMX/rf

 

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