Cierra la chimenea a los ladrones
Pareciera que dejó de existir para no ver el desastre de 12 años de PAN en el gobierno. Hace justo dos sexenios falleció Fernando Gutiérrez Barrios a quien hoy se le rinde homenaje luctuoso en el puerto de Veracruz. Importante es recordarlo porque personificó como pocos al sistema político nacional.
Fue, en efecto, un hombre firme en sus convicciones, pero siempre dispuesto a negociar. Su estilo fue distinto al de Carlos Salinas a quien le tocó acompañar como secretario de Gobernación. El entonces presidente sofocaba los incendios manu militari. Y paradójicamente, aunque sus orígenes fueron castrenses, don Fernando –como todo mundo le llamaba–, los apagaba pidiéndolo por favor.
Y habrá incendios próximamente. Serán producto de las fricciones partidistas e intrapartidistas, sobre todo.
Se requerirán, por tal, no pocos Gutiérrez Barrios que sepan y puedan conciliar el conflicto, la lucha, entre el poder y la convivencia, entre la justicia y el orden, entre la voluntad y la razón, entre la permanencia y el cambio.
Habrá necesidad, en otras palabras, de echar mano de los políticos – polítcos. Aquellos que utilicen, a la vez, su inteligencia y su intuición. A quienes no les basten los sondeos o las encuestas que, aparte de abarcar siempre escaso margen de futuro, son como el antiguo apuntador desde su concha del escenario: el eco antes que la palabra (y a veces la palabra les sale respondona).
Gutiérrez Barrios fue artífice de la transición. En su larga carrera política, privilegió los acuerdos políticos, sabiendo que éstos deberían servir para que el equilibrio y la armonía posibilitaran la permanencia de las instituciones y de la paz social.
¿Cuál fue la clave del éxito que siempre acompañó al veracruzano?
Su palabra, es esa clave.
Su palabra se respetaba porque, además, él la hacía respetar.
También que como divisa siempre mantuvo el servicio al Estado y no sólo al gobierno en turno. Fue, como se dice, institucional.
MODERACIÓN Y EQUILIBRIO
Evitando la ruptura y privilegiando el diálogo, Gutiérrez Barrios participó como secretario de Gobernación en los inicios de lo que ahora son tres instituciones autónomas y que han sido decisivas en el proceso democrático del país: el Instituto Federal Electoral, el Tribunal Federal Electoral y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.
Pero no fue precisamente de esa institucionalidad creadora de instituciones que provino su apelativo “La Leyenda”, sino de su habilidad para permanecer.
Sirvió a siete presidentes.
Durante 30 años fue custodio de la seguridad nacional.
Se rumoraba que era un brazo de la CIA, pero al mismo tiempo el cubano Fidel Castro Ruz presumía de su amistad.
Lo buscaban los Obispos, como interlocutor. Y fue él quien dio la pauta para que se reformar el 130 constitucional tras pronunciar una frase de apenas tres palabras: “La Iglesia existe”. Y tras ello se dio reconocimiento al poder clerical.
Fue árbitro de uno y mil conflictos para los que ofrecía soluciones viables, por más complejos que fuesen. Sabía conciliar los intereses contrapuestos y observaba los acuerdos pactados con rigurosa escrupulosidad.
Hacen falta hoy los Gutiérrez Barrios.
Ahora que hace falta restaurar la institucionalidad.
Índice Flamígero: “Habrá Reforma Laboral. La negociación política, más allá de filias o fobias, seguramente nos acercará a convenir lo mejor para México, no para los partidos políticos”, declaró apenas el ahora coordinador de la bancada priísta en la Cámara de Diputados, Manlio Fabio Beltrones. Digno discípulo y heredero político de don Fernando Gutiérrez Barrios. Lo mejor para México, no para los partidos políticos, dijo. Y vale la pena reiterarlo, porque seguro lo cumplirá. + + + La Administración fallida de Felipe Calderón, en cambio, nunca cumplió sus compromisos. Ni siquiera a los suyos, a quienes también engañó. La fortuna es que su fin se acerca. Ya sólo faltan 31 días de incumplimientos revestidos de falsos autoelogios y –ahora nos salió chistoso–, bromas del ocupante de Los Pinos.
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