Jubileo 2025: Llevar esperanza a donde se ha perdido/Felipe de J. Monroy
La sombra del peor sindicalismo sigue pesando sobre el Partido Revolucionario Institucional, lastrando sus ímpetus renovadores y bloqueando el camino del primer priista del país: Enrique Peña Nieto.
Esta situación fue evidenciada en el debate de la reforma laboral, en la que dicho partido se opuso a la democratización y transparencia sindicales a favor de las cuales el propio EPN se ha manifestado abiertamente.
El discurso democratizador enarbolado durante las campañas —no solo a la presidencia, sino a todos los cargos de elección popular, locales y federales— se derrumbó estrepitosamente en la discusión de la reforma laboral. De ser una promesa creída y aceptada por la sociedad, pasó a ser la frase hueca del espectacular y del spot, del oropel electoral.
No solo es claro que gran parte de los legisladores del otrora “partidazo” renunciaron a defender la democracia interna, la transparencia y la rendición de cuentas de los sindicatos, sino que también optaron por un grupo, el del sindicalismo charro, en detrimento de los trabajadores y de la sociedad entera. Se dio un claro no al México productivo, moderno, imbuido en los valores contemporáneos enarbolados hace escasos meses.
El comportamiento de las bancadas tricolores parece dar la razón a quienes mostraron preocupación por la designación de dos representantes del viejo PRI —Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa— en las coordinaciones de sus diputados y senadores.
Incluso muchos priístas, que ojalá sean la mayoría, están preocupados porque este grupo se comportó al viejo estilo encubridor, solapando a los líderes sindicales manipuladores de los trabajadores.
Esta preocupación se extiende a la sociedad en general, en la que renace el desasosiego ante la posibilidad de que el pasado autoritario del PRI no se haya superado. El cadáver del priísmo corporativista, clientelar, favorecedor de grupos y no de la sociedad entera, revivió en los recintos legislativos durante las últimas semanas.
Urge que los legisladores y las fuerzas que los impulsaron a tomar estas decisiones antidemocráticas se hagan plenamente conscientes de que dichas actitudes van en detrimento de su propia causa. Si son capaces de tener una visión de Estado, comprenderán que se han tendido una “autoemboscada” que a mediano plazo les puede resultar mucho más cara que cualquier dividendo efímero que ahora hayan podido lograr.
Más aún, tendrían que ver que estas maniobras en nada ayudan al Presidente electo, al cual comienzan a acotar aun antes de que tome posesión.
Afortunadamente, aún se está a tiempo de corregir, de volver a ponerse del lado de la sociedad, de la democracia, de la transparencia. Aún se está a tiempo de demostrar que se trató de un resbalón y no del anuncio del regreso de una vieja forma de gobernar. Los ciudadanos confiamos que así sea.
QMX/me