Abanico
La globalización sólo es la restauración de la internacionalización del siglo XIX, que condujo a las guerras mundiales y a los Estados totalitarios.
La ideología elegida por los enemigos del Estado nación, del Estado de bienestar, es la globalización; se presenta como algo novedoso, pero no lo es. Consiste en una reformulación de las teorías económicas del siglo XIX, que condujeron a los imperios la Primera Guerra Mundial, en primera instancia, el nacional socialismo alemán y la ingeniería social estalinista, en segundo lugar.
Hoy, como en el cuento de Horacio Quiroga, torturan al tigre en los testículos. El final es eternamente idéntico, como el de Oliverio Twist.
La globalización no es lo que han vendido como panacea económica. La idea que de ella tiene Eric Hobsbawm, es aclaratoria: “Creo que el problema de la globalización es la aspiración a garantizar un acceso tendencialmente igualitario para todos los productos de un mundo que es, por su naturaleza, desigual y distinto. Hay una tensión entre dos ‘abstracciones’. Se intenta encontrar un denominador común al que puedan acceder todas las personas para cosas que no son, repito, accesibles naturalmente a todos. Y ese denominador es el dinero, es decir, otra ‘abstracción”.
El resultado de apostar por la abstracción salta a la vista: la CEE, que manifestó los síntomas al menos hace 12 años -como lo consigna Henning Mankell, al poner en voz de uno de sus personajes la siguiente reflexión: “Hoy existen, como entonces, personas con pensamientos malévolos, que desprecian al ser humano, racistas. Sólo que existen con otros nombres, actúan según otros métodos. En la actualidad no se libran batallas entre ejércitos, pero el odio hacia aquellos a los que desprecian adquiere otras formas de expresión, más solapadas… Este país, por ejemplo, o Europa misma, está a punto de estallar en mil pedazos por dentro a causa de su desprecio por la debilidad, por el furor contra los refugiados, por el racismo…”-, pero es de la zona euro de donde vendrán las respuestas, y la manera en que allá lo resuelvan para rescatar o refundar el paradigma de desarrollo con bienestar social, será la manera como encuentren una solución los países de América.
En Europa están los antecedentes ideológicos, de sus países vendrán las respuestas. Karl Marx y Friedrich Engels dejaron constancia de ello en La ideología alemana, donde explican: “Cuando, a la manera de los ideólogos berlineses, se quiere juzgar al liberalismo y al Estado, permaneciendo uno mismo en el marco de sus manifestaciones locales en Alemania; o, todavía mejor, cuando uno se limita a criticar las ilusiones de la burguesía alemana sobre el liberalismo, en lugar de estudiarlo en su relación con los intereses reales del que emana, y del cual su existencia real es inseparable, se llega a los resultados más absurdos. Hasta en su expresión popular, el liberalismo alemán, tal como se manifestaba hasta hace muy poco, no es, como lo vimos, sino una ensoñación delirante, ideología sobre el liberalismo real. Desde entonces es muy fácil transformar su contenido en filosofía”.
Eso fue lo que hicieron de uno y otro lado de las políticas económicas: se esforzaron por convertirlas en filosofía, y lo único que hicieron fue propiciar el desmantelamiento de los proyectos locales de desarrollo, de los proyectos de los Estados nación, como lo hicieron en México con el de la Revolución, y sin ofrecer algo para sustituirlo.
QMX/gom